Protegiendo nuestra democracia
Muchas veces he escuchado que el sistema democrático es el menos malo que existe.
Tal vez esta expresión sintetiza la icónica frase de Winston Churchill: “La democracia es el peor sistema de gobierno, excepto por todos los demás que se han intentado”.
A partir de esta reflexión, no es descabellado afirmar que debemos defender la democracia con firmeza.
Las razones son de Perogrullo: primero, porque en una democracia los derechos individuales están protegidos por marcos legales que garantizan la libertad de expresión, de asociación y, especialmente, la libertad de prensa.
Segundo, porque la participación ciudadana, a través del voto, permite la renovación de liderazgos y hace posible la alternancia en el poder.
Tercero, una democracia facilita corregir errores y evolucionar mediante el debate público y la promulgación o reforma de leyes.
Por último, la separación de poderes garantiza la vigilancia del ejercicio del poder, impidiendo que este se concentre en manos de unos pocos.
En Colombia podemos sentirnos orgullosos de nuestra democracia.
Tenemos tanta confianza en ella que, en la pasada contienda presidencial, el vencedor fue reconocido como tal el mismo día, a pocas horas de cerrada la jornada electoral, a pesar de la pequeña diferencia porcentual con la que superó a su opositor.
¡No había visto un margen tan estrecho en mis treinta años como votante!
Sin embargo, aunque confiamos en nuestro sistema, sería valioso replicar estrategias innovadoras, como la digitalización de actas realizada por la oposición en las recientes elecciones en Venezuela.
Esta especie de “backup” permite verificar y contrastar los resultados oficiales, aumentando la transparencia del proceso.
Todo esfuerzo para proteger nuestra democracia es y será bienvenido.