Reflexiones de Halloween
Para mí el 31 de octubre, bien sea conocido como el día de las brujas o Halloween, siempre es una fecha feliz y la disfruto disfrazándome, me pongo en la puerta de la casa y reparto cuanto dulce pueda.
Mi barrio es aún de aquellos que pasan centenares de personas de todas las edades pidiendo dulces, este año muchos disfraces hechos a mano muy creativos y los niños felices, sin embargo, en pedir dulces también está el reflejo de la sociedad: hubo quienes recibieron lo que se les daba felices, sabiendo que más importante que recibir es ser feliz; otros que de modo egoísta contestan “tan poquitos, tacaño” o miran la bolsa con recelo para contar cuántos caramelos recibieron; otros que creen que la trampa no se nota y pasan dos y tres veces a pedir y responden “No” cuando se les pregunta si ya habían pasado, a esos igual, sin importar cuántas veces pasen, siempre les daría dulces, galletas, frunas o lo que tenga a la mano.
En estas actitudes para mí hay un poco de personalidad y otro poco de crianza, dejo la reflexión.
Hay dos cosas que me llamaron la atención por sobre las actitudes, dos cosas con las que no puedo estar de acuerdo ni compartir opinión, y son aquellos que hasta usan Halloween para el extremismo, y los que quieren que se reemplacen los dulces por “comida sana”.
Los primeros, aunque son pocos, son personas que me escriben “que me iba a ir al infierno” por adular al diablo en esta fecha.
Cuánto ganaríamos si suprimiéramos la ignorancia de estas personas y ellas supieran que la misma Biblia reafirma el uso del disfraz como algo bueno en algunas ocasiones. Repartir dulces, disfrazarse, disfrutar en familia no tiene nada que ver con adular al diablo.
Los segundos, un poco amargados, se oponen a la entrega de dulces y proponen dar verduras o frutas, no es una mala idea mantener la dieta, pero de ahí a pedir que se acabe la entrega de dulces por ser “dañina” sí es ser absurdos.
Es responsabilidad de cada padre mirar en su casa como regula el consumo de los dulces, no solicitar a todo un país que deje de entregarlos y rompa una tradición solo porque no saben cómo lidiar con sus hijos.
Por último, en mi casa y como novedad entregamos galletas a los perros y los animales que nos visitaron disfrazados, al final hay perrihijos en algunas familias que disfrutaron junto con sus amos esta fecha tan especial.