Rosa Parks y los derechos civiles en Estados Unidos de América
Desde el preciso momento en que Abraham Lincoln se ocupó de abolir la esclavitud en los Estados Unidos, muchos racistas se resistieron a acatar la norma y continuaron avasallando a los negros, hasta el punto de promulgar leyes excluyentes que, al fin y al cabo, oprimían a los afroamericanos.
Estas leyes les coartaban incluso el derecho a pensar, tomar decisiones y acceder a servicios públicos en igualdad de condiciones, creando segregaciones como “baños para negros y baños para blancos”.
Para hacer memoria: en los Estados Unidos se logró abolir la esclavitud en 1865, después de la sangrienta Guerra de Secesión.
Sin embargo, un oficial de grado general que hizo parte del ejército derrotado creó la figura del Ku Klux Klan.
Esta organización racista es considerada un grupo de odio supremacista blanco estadounidense, conocido por promover mediante actos crueles, violentos y propagandísticos el racismo, la xenofobia y el antisemitismo, así como la homofobia, el anticatolicismo y el anticomunismo.
En los Estados Unidos se sancionó una ley que prohibía a los negros sentarse en los autobuses; apenas podían ir de pie o, si se sentaban, debía ser en los puestos traseros.
Además, si subía un blanco, el negro tenía que levantarse y cederle el asiento.
Hoy reviviremos la historia de una valiente mujer negra que no quiso ceder su puesto a un hombre blanco en Montgomery, Alabama.
Rosa Parks
Rosa Louise McCauley Parks nació en Tuskegee, Alabama, el 4 de febrero de 1913, el mismo año en que murió otra heroína negra, Harriet Tubman.
Parks fue una activista afroamericana, figura clave del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos, en especial por haberse negado a ceder su asiento a un blanco y moverse a la parte trasera del autobús en Montgomery, Alabama, el 1 de diciembre de 1955.
Por esta acción, acabó en la cárcel, lo que se cita frecuentemente como la chispa del movimiento.
Se la reconoce como «la primera dama de los derechos civiles», si bien ya existían precedentes, como el de Claudette Colvin, arrestada por la misma causa el 2 de marzo de ese año, o los de Irene Morgan diez años antes e Ida B. Wells 71 años atrás.
Sin embargo, el caso de Rosa Parks fue la gota que rebosó la copa frente a la degradante segregación racial.
En 1943, en pleno epílogo de la Segunda Guerra Mundial, Rosa abordó un autobús y se sentó.
De inmediato, el conductor detuvo la marcha, fue donde ella y la obligó a levantarse para ceder el puesto a un blanco.
Parks se resistió, pero, al fin y al cabo, era una ley.
El episodio se repitió.
El 1 de diciembre de 1955, Rosa Parks, entonces de 42 años, tomó un autobús para regresar a su casa.
En ese momento, los vehículos estaban señalizados con una línea: los blancos delante y los negros detrás.
Los afroamericanos subían al autobús por la puerta delantera, pagaban al conductor, bajaban y volvían a subir por la puerta trasera.
Parks se acomodó en los asientos del medio, que los negros podían usar siempre y cuando ningún blanco los requiriera.
Cuando se llenó esa parte del autobús, el conductor ordenó a Rosa y a otros tres negros que cedieran sus lugares a un joven blanco que acababa de subir.
El hombre ni siquiera había pedido un puesto.
Los otros afroamericanos obedecieron, pero Rosa Parks permaneció inmóvil.
El conductor intentó disuadirla y, al no lograrlo, llamó a los alguaciles.
Rosa fue arrestada.
La noticia se propagó rápidamente, llegando a oídos de Martin Luther King y de otros líderes antirracistas.
De inmediato, surgió la orden de boicotear los autobuses.
Los hombres negros que tenían automóviles los pusieron a disposición de la comunidad afroamericana, generando una crisis económica para las empresas de transporte.
Tras 381 días de boicot, el entonces presidente John F. Kennedy derogó la nefasta ley de segregación en los autobuses y proclamó los derechos civiles en los Estados Unidos.
Rosa Parks salió de la cárcel y fue ovacionada por una multitud de afroamericanos que la consideraron una heroína.