Se cae la democracia
Voy a iniciar citando a Eduardo Lora, quien, en su libro “Los colombianos somos así”, dice lo siguiente: “el comportamiento de los colombianos ha confundido a muchos analistas porque está lleno de contradicciones. Durante dos siglos los colombianos han respetado y apoyado la práctica electoral, pero la violencia política ha estado presente en muchos pasajes de la historia de Colombia y hoy los colombianos creen cada vez menos en las instituciones, pero en especial hay una desconfianza creciente hacia los presidentes y los alcaldes del país”.
Pues bien, este apartado resume en gran medida el sentimiento que existe hoy en gran parte de nosotros los colombianos, pues creemos que la democracia es el sistema que debe seguir imperando en el país, pero cada vez más tenemos menos confianza en el ejercicio electoral, es más desconfiamos profundamente y con razón en muchos casos, de las intenciones de los gobernantes de turno, pero muy especialmente de los alcaldes, gobernadores y hasta del presidente de turno.
Es tal esa crisis que vivimos en el país, que hoy abunda la ausencia de verdaderos liderazgos, pues después de dos décadas de personalizar la política en caudillismos sin sentido, donde aparecieron figuras como Uribe y como Petro, se opacó el crecimiento o surgimiento de nuevas figuras nacionales que tomaran banderas o se pensaran el país alrededor de una idea de desarrollo, fue tal el daño que, hoy en Colombia algunos politólogos dicen, incluyéndome, que no existen verdaderos partidos políticos porque hoy esos partidos tienen importancia prácticamente para otorgar avales, desdibujando a su paso la ideología y el voto programático que consagra la Constitución de 1991.
Hoy por ejemplo, aunque no es un fenómeno exclusivo de Colombia, vemos como los candidatos que proponen, que dan argumentos, sin importar su orilla política, parecen estancarse en las encuestas y algunos de ellos ni siquiera superan el margen de error, teniendo que redoblar esfuerzos alrededor de su candidatura, que en “plata blanca”, pueden hacerle muy bien al país, algunos de estos casos son el Mauricio Cárdenas, Luis Gilberto Murillo y de quien en mi concepto es hoy la opción más sensata dentro de esa cifra absurda de 39 precandidatos presidenciales, David Luna.
Afrentas y discusiones centradas en la política electoral y no en la gobernabilidad, enfrentamientos que buscan atizar el ambiente polarizado, recrudecen aún más la situación y hoy con un país que parece “descuadernarse” en aspectos de seguridad, transparencia, desinversión social y por supuesto con el declive pronunciado del sistema de salud, un declive que se ha agudizado por decisiones políticas tomadas en la Casa de Nariño, un país con esta preocupante radiografía, lo último que necesita es que haya una crisis institucional más profunda que conlleve a la desesperanza del electorado, pues el ciudadano que de por si no participa como debería en el ejercicio electora, ese ciudadano es el último bastión para que no se caiga la democracia en Colombia.