Sí al Tren de Cercanías
Durante décadas, el Valle del Cauca ha tenido que remar contra la corriente de un modelo centralista que le ha negado al suroccidente colombiano las inversiones que sí se materializan en otras regiones.
Pero hoy, el sueño del Tren de Cercanías nos devuelve la esperanza de construir una región verdaderamente interconectada, moderna y sostenible.
Este no es un proyecto improvisado ni un capricho de un gobierno de turno. Es el resultado de años de planeación, gestión pública y privada, y articulación interinstitucional.
Detrás de él está el trabajo de numerosos equipos técnicos, de los gobiernos locales y departamentales, así como el respaldo del sector privado y de la cooperación internacional, que ayudaron a diseñar su modelo de gobernanza.
De ese proceso surgió la creación del ente gestor SITREN, responsable de su ejecución.
El Tren de Cercanías contempla cuatro líneas principales:
• Cali – Jamundí (22 km)
• Cali – Yumbo (18 km)
• Cali – Palmira (25 km)
• Cali – Candelaria (20 km)
Y una quinta línea, que he propuesto estratégicamente, conectaría Cali con la Zona Franca del Cauca, integrando económicamente a todo el suroccidente.
En conjunto, se trata de una red que impulsará la movilidad regional, reducirá la congestión vehicular y fortalecerá el empleo y la competitividad.
El costo del proyecto asciende a 12 billones de pesos, de los cuales el 70% será financiado por la Nación y el 30% por los gobiernos locales.
Se estima que generará más de 10.000 empleos. Este esfuerzo compartido requiere claridad y compromiso: mientras avanzamos en los procesos precontractuales, los recursos iniciales provendrán de la Gobernación y de las alcaldías de Cali y Jamundí.
Los aportes nacionales entrarán en ejecución desde 2028, cuando inicie la fase de construcción.
Por eso, el 2025 será decisivo: antes del 8 de noviembre debemos tener firmado el convenio marco. Sin ese paso, el proyecto podría retrasarse casi un año, lo que obligaría a actualizar estudios, precios y diseños. Cada día perdido es una oportunidad menos para el desarrollo del Valle.
Lo preocupante es la actitud de ciertos sectores políticos —especialmente de izquierda— que, en lugar de defender los intereses del Valle, prefieren poner obstáculos por simple cálculo electoral.
Resulta inconcebible que mientras en Bogotá o Medellín todos respaldan con orgullo sus proyectos férreos, aquí haya quienes se dediquen a sabotear lo que podría transformar la vida de millones de vallecaucanos.
El Tren de Cercanías no tiene color partidista. Es una obra de región: representa empleo, turismo, integración y sostenibilidad.
Es la oportunidad de cerrar brechas históricas y demostrar que el Valle puede construir su destino con la misma determinación con la que otras regiones del país han defendido el suyo.
Mientras en Medellín el metro avanza en su tercera fase y en Bogotá el tren elevado alcanza un 70% de ejecución, aquí algunos parecen conformarse con mirar al techo, oponiéndose simplemente por desconfianza hacia los mandatarios locales y departamentales.
Pero la obra no es de ellos: es de todos. Para eso existen las veedurías, el control político y los entes de control, que deben garantizar que el proyecto no fracase. Todos debemos unirnos alrededor del Tren de Cercanías.
Por eso, hoy más que nunca, debemos alzar la voz. Exigir al Gobierno Nacional la aprobación del documento CONPES, la viabilidad técnica, jurídica y financiera, y la firma del convenio marco que garantice el inicio del proyecto.
El Tren de Cercanías es un sueño que nos pertenece a todos.