Si necesitan violencia para ganar, ya perdieron

Norma Hurtado Sánchez - Senadora de la República

En política uno aprende a distinguir el debate sano de la manipulación, la crítica legítima del hostigamiento, el control político del intento burdo de intimidar.

Y lo que hoy vive Colombia no es debate: es violencia política, especialmente la que golpea a las mujeres que hoy lideran desde todos los territorios del país.

Es un fenómeno que crece como una sombra peligrosa sobre nuestra democracia y que pretende convertir el miedo en estrategia electoral. Por eso insisto en que quienes necesitan violencia contra la mujer para ganar, ya perdieron.

Porque la violencia política no es una opinión distinta. No es un cuestionamiento técnico. No es una discrepancia programática.

La violencia política es intimidación pura. Es el arma de quienes se quedaron sin argumentos, sin resultados y sin liderazgo.

Lo veo todos los días: amenazas, ataques digitales, campañas de difamación, agresiones simbólicas. No buscan debatir; buscan callar y destruir.

Sostengo con toda firmeza: a las mujeres en política no las atacan porque fallen; las atacan porque lideran. Porque incomodan. Porque generan cambios.

Porque tienen carácter. Porque cada decisión que toman rompe inercias que a muchos les fascina mantener intactas.

Y no es un fenómeno exclusivamente colombiano. Las democracias europeas, que muchos idealizan, también están atrapadas en ese patrón.

Ahí está Sanna Marin, ex primera ministra de Finlandia, convertida en blanco de campañas digitales misóginas solo por ser una mujer joven en el poder.

Ahí está Giorgia Meloni, actual primera ministra de Italia, sometida a ataques y desinformación diseñados para socavar su autoridad.

La ecuación se repite: entre más liderazgo femenino, más violencia política para intentar frenarlo.

En Colombia, esa sombra se multiplica en todos los niveles: gobernaciones, alcaldías, concejos, juntas de acción comunal. Y en mi propio departamento, el Valle del Cauca, lo vemos con especial claridad.

A la gobernadora Dilian Francisca Toro no la atacan porque haya fracasado; la atacan porque lidera. Porque tiene voz. Porque tiene carácter y resultados.

A ella le han practicado un hostigamiento sistemático que se esconde bajo el disfraz de control político, pero que en realidad es violencia simbólica y violencia política institucional para desprestigiarla.

A Dilian la atacan por lo mismo que han atacado a miles de mujeres en este país: porque no soportan que las mujeres ejerzan liderazgo.

Porque a quienes no tienen gestión, ni resultados, ni argumentos solo les queda el ataque como último refugio. Una democracia donde la intimidación se convierte en arma electoral es una democracia enferma.

Una democracia donde el hostigamiento se impone es una democracia que comienza a perderse. Si necesitan violencia para ganar, ya perdieron. Y si nos atacan, es porque estamos liderando.

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jueves 27 de noviembre, 2025

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