Soborno del cielo

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Con películas argentinas y españolas conocí el buen cine que, sin  la ostentación de escenarios ni los efectos especiales, me sedujo  con  historias cotidianas, entretejidas por excelentes guionistas y actuadas espectacularmente.

Tal aprendizaje lo continué con  el nuevo cine colombiano y confieso que es igual de placentero leer una obra clásica de la literatura o asistir a un buen cine. Lo confirmé con Soborno del cielo (2016), la más reciente película de Lisandro Duque Naranjo, en cartelera, y que desvirtúa la crítica que ignore los influjos interdisciplinarios entre la literatura y el séptimo arte. No me refiero al hecho de que reconocidas obras literarias hayan sido o no llevadas al celuloide.

Tampoco a que un guion sea escrito por un reconocido novelista. Me refiero a la  experiencia de poder detectar en el estilo cinematográfico del gran director la influencia inconfundible de una pluma literaria invisible.

Esto ocurre con el cine de Duque Naranjo, quien con Soborno del cielo, evidencia que está contagiado de estilo garciamarquiano, aunque no pretenda recrear ninguna historia macondiana, sino contar unos hechos reales ocurridos en su pueblo, lugar donde en los años sesenta un cura discriminó el derecho de los dolientes creyentes a escoger el cementerio católico para  sepultar a un familiar suicida.

Del mismo talento están impregnadas sus anteriores producciones: Visa Usa (1985), Milagro en Roma (1987), Niños Invisibles (2001) y Los actores del  conflicto (2008).   Apoyemos la excelente película del ilustre sevillano,  porque viéndola descubriremos una perfecta analogía: Lisandro Duque Naranjo es al cine colombiano, como Gabriel García Márquez a las  letras nacionales.

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    sábado 2 de abril, 2016

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