Todavía tengo pene
Ayer en el aeropuerto, mientras cogía el vuelo que me trajo a la Fiesta del Libro en Medellín, se me acercó un rostro andrógino, realmente conocido pero no distinguido y me pidió que si podríamos tomarnos una selfie.
Con un tono de voz melifluo me preguntó, ¿ no te acuerdas de mi ? y sin dejarme contestarle me inundó con una frase que estoy recordando entre risas y preocupación : “Todavía tengo pene, pero soy una mujer”.
Le deseé la mejor de las suertes y me despedí sin dejar de especular mentalmente si nos hemos dado cuenta o no para donde va el mundo.
A mi edad, casi no salgo a la civilización y mis roces sociales en sitios públicos de diversión caducaron hace mucho rato doblegados por las prohibiciones médicas.
Pero no he dejado de enterarme leyendo, oyendo o viendo videos sobre la carrera desenfrenada que la humanidad lleva para no tener más hijos.
Como son una gran mayoría de los habitantes de este planeta quienes confunden su deseo con su destino.
Y como, al mismo tiempo, cada vez se estudia y se descubre más sobre la existencia y quizás eternidad de la conciencia, nos ha tocado una revaluación de pronto mayor de los conceptos sobre los cuales nos criaron y educaron y ejercimos el derecho a vivir.
Parecería entonces que el futuro que espera a quienes vengan detrás de nosotros es presenciar un mundo mudo y andrógino, un mundo sin niños, intercomunicados a través de mensajes de texto por la pantallita y convencidos que mientras más se desee, más rápidamente se encontrará su destino o el camino para acercarse al agujero negro que nos parió a todos los seres vivos y se chupará definitivamente las conciencias.
Como esta carrera enloquecida no va a mermar, tendré que seguir admitiendo que la frase que me escupieron en el aeropuerto es totalmente válida para radiografiar el futuro: “todavía tengo pene, pero soy una mujer”.