Una de Scotta y Benitez del Deportivo Cali y otra de la fiera Cáceres del América

Pedro Luis Barco Díaz, Caronte

En la década de los setentas, el negocio del narcotráfico era menos peligroso, todavía no era mal visto por la sociedad, pero era, como ahora, exageradamente rentable.

En los equipos de futbol aun funcionaban sus antiguos dirigentes, mientras que los futuros capos colonizaban sus entrañas mediante préstamos y compra de acciones. Los equipos proporcionarían a estos “mecenas” el aprecio y el respeto social que requerían, ya que los narcos provenían de estratos bajos o marginales de la sociedad. Los equipos, además, les servían de lavanderías.

En el período que va de 1975 a 1978 se dio un auge en las nacionalizaciones de futbolistas, especialmente de argentinos. Esto permitía a los equipos duplicar sus nóminas foráneas con estrellas de la talla de Julio Comesaña, Diego Martín Santín u Oscar Héctor Quintabani.

Baste recordar que en ese espacio de tiempo jugaron con la selección Colombia los únicos seis jugadores extranjeros que lo han hecho: Nelson Silva Pacheco (uruguayo) y Hugo Horacio Lóndero (argentino) en la Copa América de 1975; Raúl Navarro (argentino) en un amistoso de 1976; Jorge Ramón “La Fiera” Cáceres (argentino), el mediocampista Jorge Abraham “El Turco” Amado (argentino) y el arquero Luis Gerónimo López (argentino) en las eliminatorias del mundial de Argentina de 1978.

En dichas nacionalizaciones imperaban, como es obvio, las conveniencias y los intereses económicos; aunque también, en menos casos, los amores de corazón.

En 1978 yo trabajaba en el primer piso de la Gobernación del Valle del Cauca. Era jefe de Caja y Pagaduría, por lo que me correspondía, con mi grupo de trabajo, recibir los ingresos y hacer los pagos del departamento.

Una tarde, después de la pausa del almuerzo, noté que estaban llegando muchos visitantes -con no poca algarabía- al amplio salón de la entrada del edificio gubernamental. Pregunté el motivo y me contestaron que el gobernador del Valle, Carlos Holguín Sardi, iba a realizar la ceremonia de juramento solemne para otorgar la nacionalidad a dos jugadorazos del Deportivo Cali que eran auténticos ídolos para esa época.

Venían o iban a ser -no recuerdo muy bien- subcampeones de la Copa Libertadores de América, bajo la dirección del profesor Carlos Salvador Bilardo, aquel que años después, en 1986, ganaría en México la Copa Mundo para Argentina.

Los del trámite de nacionalización, eran dos curtidos goleadores argentinos: el centro delantero Néstor Leonel “El Tola” Scotta y el puntero izquierdo Alberto “El Tigre” Benítez.

Ambos jugadores ya fallecieron. Scotta en el 2001 en un accidente de tránsito y Benítez, segundo máximo artillero del deportico Cali en todas las épocas, en el 2016, después de una operación quirúrgica para extraerle coágulos del cerebro.

Llegaron en medio de atronadores aplausos. Eran muy altos y de abundante cabellera. El caso es que estaban en camiseta, en yines cortos y en chanclas. Yo sentí enojo. No me cabía en la cabeza que pudieran mostrar tan poco respeto por nuestro país, al atreverse a venir a la ceremonia, vestidos como si fueran para un entrenamiento en la cancha de “El Limonar” o para ir a nadar al río Pance.

Cuando el gobernador bajó por las escaleras hasta el sitio de la ceremonia y vio a los jugadores, su rosto, de la ira, se encendió como un semáforo. Creí que iba a estallar. Con voz de trueno les amonestó diciéndoles: “se me largan de aquí y vuelven en una hora bañados, peluqueados, vestidos como debe ser, o sino no, no los juramento”.

La multitud aplaudió a rabiar. Yo estuve a esto de volverme holguinista. A la hora llegaron los jugadores vestidos con saco y corbata, y los zapatos bien embetunados. La ceremonia de toma de juramento se llevó a cabo sin ningún contratiempo, pero me quedó la espina que, de todas maneras, había sido un trámite sin corazón.

Por otra parte, desde hace muchos años fui amigo y sigo siendo admirador, como buen americano, de Jorge Ramón “La Fiera” Cáceres”, recientemente fallecido (enero, 2025). La Fiera llegó al equipo merced a una colecta pública, porque “La Mechita” no tenía los fondos para pagar su trasferencia desde el San Martín de Tucumán.

Fue tan extraordinario jugador en el América que, al día de hoy, continúa siendo el máximo goleador de todos los tiempos después de “El Pitufo” De Ávila.

El hombre, desde que terminó su vida futbolística se quedó a vivir en Colombia, en Cali y en Barranquilla, hecho que explica de manera sencilla y contundente: “acá me casé, de acá es mi mujer, así como mis hijos y mis nietos”.

Poco antes de la pandemia se fue para su natal Santiago de Tucumán a solucionar unos problemas familiares. Tiempo después se realizaba el partido entre Argentina y Colombia por la eliminatoria al mundial de Qatar. Me llamó por celular a contarme que después de ciertas peripecias había logrado llegar hasta Buenos Aires desde la provincia de Tucumán y había comprado la boleta para ver el juego. Yo lo felicité y le dije que de todas maneras esperaba que ganara la selección Colombia.

Lo que me respondió, me dejó maravillado, por su lógica: “Yo también voy a hacerle barra a Colombia. Mirá, yo soy argentino para todo, menos para un partido entre la selección Colombia y Argentina. Tenes que recordar que yo fui selección Colombia y no selección argentina. ¿Como podés pensar que voy a estar en contra del equipo en el cual jugué?”.

En ese momento me acordé de Benítez y de Scotta y pensé que, en la nacionalización de La Fiera, si hubo un trámite con mucho corazón.

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viernes 21 de marzo, 2025

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