¡Usted SÍ sabe quién soy yo!

Jaime Alberto Leal Afanador

En Colombia, una de las formas más fáciles, y rápidas, de pasar del reconocimiento al desprestigio es la que realizan algunas personas que creen que por detentar un cargo significativo en el gobierno, ser parientes de alguien muy influyente, tener gran visibilidad mediática, llevar un ego excesivo, o contar con mucho dinero, pueden obtener beneficios, violar normas de convivencia, y tratar de evadir controles, requisas y requisitos o incumplir las leyes, sin atender instrucciones, irrespetar la convivencia, desatender la autoridad y maltratar a quienes les piden la debida conducta.

En el país estas situaciones son reconocidas, luego de un caso patético y muy viralizado en redes y medios de comunicación, como situaciones del “¡Usted NO sabe quién soy yo!”, y generan una ola de indignación ciudadana, porque reflejan soberbia, irrespeto a la autoridad, maltrato a las personas, aprovechamiento indebido e ilegal, e indignidad.

Tristemente hay muchos ejemplos de personas que recurren al “¡Usted NO sabe quién soy yo!”, para incumplir las normas: El congresista que, conduciendo alicorado, se niega a ser multado por la Policía; el hermano de un ministro que cree que, por su familiaridad, puede ofender a un taxista; y el actor o deportista que por creerse una “estrella” desconoce su deber ciudadano de respetar la fila para ingresar a un sitio público o ser requisado, entre otros.

Quienes recurren a defenderse y a evadir responsabilidades bajo la amenaza de “¡Usted NO sabe quién soy yo!”, representan a personas inmaduras que poco o nada se valoran y que creen que la dignidad se mide o se compra con un cargo o con dinero.

Por el contrario, las relaciones personales y sociales deberían orientarse por el “¡Usted SÍ sabe quién soy yo!”, como una forma de expresar a todos quienes nos rodean lo que realmente somos como personas. Es decir, demostrar que somo éticos, calidos, respetuosos de los demás, cumplidores de las normas y buenos ciudadanos.

Ojalá en nuestro actuar diario siempre seamos consistentes en el trato respetuoso hacia los otros. Debemos demostrar, con palabras y hechos, que somos confiables, que cumplimos lo que prometemos, que respetamos las normas de los lugares a los que vamos y que siempre, tratamos a cualquier persona que nos sirva, apoye, requise, controle, pida algo… como lo que son: seres dignos de nuestro respeto.

Al fin y al cabo, los cargos, los reconocimientos, la posición social, el dinero, los conocidos o cualquier otro motivo que, aparentemente nos haga sentir superiores a los demás, son solo hechos circunstanciales que no debe cambiar nuestra forma de convivir y tratar de dar lo mejor de nosotros de manera espontánea y genuina.

Posiblemente, ser respetuoso de las normas, siempre y en todo contexto, tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran a nosotros mismos y promover la convivencia, no nos dé prestigio y reconocimiento social, pero, eso sí, nos asegurará una pacífica convivencia. Vale la pena hacerlo siempre , ya que ello es un valioso indicador del impacto de nuestra formación y educación .

Porque cuando somos coherentes en nuestro actuar, ¡todos quienes nos rodean “SÍ saben quién soy yo!”, y eso llevará a que también nos respeten como en consecuencia lo merecemos.

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martes 20 de agosto, 2024

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