Vallas, insultos y candidatos sin vergüenza: ¿así vamos a elegir?

Víctor Manuel García

Colombia está entrando en una etapa de degradación política que ya no se disfraza: se exhibe con orgullo. Las vallas de Abelardo De la Espriella y Daniel Quintero no son simples piezas publicitarias.

Son síntomas de una democracia que ha perdido el pudor, donde el insulto reemplazó al argumento y la burla se convirtió en estrategia electoral.

De la Espriella se presenta como un “tigre que ruge y muerde”, en una campaña que parece más salida de un videoclip que de una propuesta seria de gobierno.

Su discurso es una mezcla de provocación, épica artificial y marketing de supuesta “testosterona”.

Pero detrás de esa fachada hay algo más preocupante: un candidato que ha defendido a personajes cuestionados por corrupción, que se jacta de su radicalismo y que promueve una visión excluyente del país. No hay propuestas, solo rugidos.

Daniel Quintero, por su parte, responde con una valla burlesca que lo muestra ridiculizando a su adversario, al mismo De La Espriella.

El mismo Quintero que fue sancionado por participación indebida en política, que enfrenta cuestionamientos por su gestión en EPM, y que ahora pretende ligarse al Pacto Histórico como si no hubiera sido uribista, santista y hasta del “partido del tomate”.

Su estrategia es clara: victimizarse, provocar y evadir. Pero lo que no puede evadir es el legado de una administración marcada por el desorden, la opacidad y el oportunismo.

Y mientras estos dos personajes se disputan el protagonismo en el circo electoral, el país sigue atrapado entre los escombros de dos gobiernos que prometieron mucho y cumplieron poco.

Iván Duque dejó una Colombia más polarizada, más insegura y más desconectada de la ciudadanía. Gustavo Petro, con su retórica de transformación, ha terminado atrapado en improvisaciones, confrontaciones y una gestión que no logra traducir su discurso en resultados.

Lo que estamos viendo no es solo una campaña grotesca. Es el reflejo de una democracia que ha perdido el norte.

Donde el espectáculo reemplazó al análisis, donde el más ruidoso gana visibilidad, y donde parece que vamos en camino de elegir a figuras aún más irresponsables que las que ya hemos padecido.

Desde esta tribuna, rechazo con firmeza la estrategia de la burla como herramienta electoral. Colombia no necesita tigres ni mártires.

Necesita estadistas. Necesita ideas que resistan el escrutinio. Y necesita ciudadanos que exijan más que frases ingeniosas.

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miércoles 24 de septiembre, 2025

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