Venezuela: un laberinto sin salida
La propuesta de convocar nuevas elecciones en Venezuela para resolver la crisis política sólo añade confusión y desilusión en un país ya agotado por el desgaste de la democracia.
Repetir elecciones en un contexto donde estas han sido sistemáticamente manipuladas parece más un espejismo que una solución viable. La frustración de los venezolanos es comprensible: pensar que una nueva votación será distinta roza el absurdo.
Los venezolanos no tienen garantías de que el régimen cederá poder real, convocar elecciones es simplemente darles más tiempo para consolidar su control.
Es un laberinto sin salida, donde el círculo vicioso de elecciones fraudulentas y represión sigue girando.
Venezuela se encuentra atrapada en una espiral descendente, y nuevas elecciones, bajo las actuales condiciones, no harán más que prolongar el sufrimiento del pueblo.
En lugar de apostar por elecciones controladas por el régimen, la comunidad internacional debería centrar sus esfuerzos en presionar por verdaderas reformas estructurales que permitan una transición real hacia la democracia.
La situación en Venezuela es un recordatorio de los peligros que conlleva modificar las reglas del juego democrático para perpetuar a un líder en el poder.
La reelección continua y las constituyentes manipuladas han sido las herramientas que llevaron a Venezuela al colapso institucional.
En Colombia, la mera discusión sobre una constituyente o la reelección debe encender alarmas. Cambiar las normas para favorecer a un gobierno en turno es un riesgo que no podemos permitirnos.
El espejo venezolano nos muestra que, una vez abiertas esas puertas, es difícil cerrarlas sin que la democracia sufra un daño irreparable.
La preservación de nuestros principios democráticos es fundamental para evitar caer en un laberinto del que no haya salida.