Yo soy indígena
El exterminio físico y cultural de nuestros pueblos indígenas debe llevar al Estado y a la sociedad en general a reconocer que nos hemos equivocado y que en vez de ser cómplices de la protección de los saberes, tradiciones, costumbres y cosmogonías ancestrales de nuestros indígenas, lo único que hemos hecho es permitir la perpetuación del dolor y la tristeza en aquellos territorios que han vivido y sufrido en carne propia el conflicto armado interno, el destierro y la muerte.
Los indígenas nos han enseñado no sólo el valor del perdón, sino que han sido maestros de una paz que en la ciudad poco disfrutamos. Por eso, cuando escucho al responsable de la paz en Colombia, al Alto Comisionado, Miguel Ceballos, quedo supremamente confundido y preocupado, porque la postura oficial puesta en sus comentarios dista mucho de eso que consideramos paz y de eso que llamamos inclusión étnica para su dignidad. Ceballos, no sólo fue irrespetuoso con el trato dado a nuestros indígenas durante la minga en Bogotá, sino que de una manera indignante e inconcebible desconoció una historia de resistencia y lucha pacífica de una población que por historia vive la violencia, el racismo, la explotación y la esclavitud desde 1492.
Los 115 pueblos indígenas existentes en nuestro país, nos siguen dando ejemplo de lo educados y civilizados que son y sin temor a equivocarme nos siguen recordando – a los que habitamos la ciudad -, que por los casi dos millones de indígenas, muchas cosas de nuestra vida citadina son posibles. Nuestros pueblos indígenas despiertan todos los días, con el miedo a desaparecer y sus territorios resisten a incendios, deforestación, expansiones agrícolas y a actividades extractivas. Colombia es indígena en su origen y en su realidad y por eso, ¡Yo soy un indígena más!