Desde la sala de redacción, 35 años de periodismo

La corrupción que nos persigue: tres décadas de promesas rotas

Fotos: ChatGPT
viernes 9 de mayo, 2025

Por: Rosa María Agudelo – Directora Diario Occidente

Recuerdo el primer escándalo de corrupción que cubrí: el caso Dragacol, en 1992, durante el Gobierno de César Gaviria.

Creí que sería una excepción. Con el tiempo entendí que lo único que iría cambiando serían los nombres. La corrupción se volvió parte habitual de los titulares

He seguido siete administraciones presidenciales. En cada una, la corrupción mutó de forma, no de fondo.

Samper y el Proceso 8.000 mostraron cómo el narcotráfico infiltraba la política. En el de Pastrana, en Chambacú de desviaron de fondos para vivienda social.

El Gobierno de Uribe estuvo marcado por la parapolítica y por Agro Ingreso Seguro en el que hubo fraude en subsidios para el campo.

Odebrecht hizo de las suyas durante el Gobierno de Santos entregando sobornos en contratos de infraestructura. Santos además legalizó la “mermelada” a Congresistas para aprobar reformas.

En el Gobierno de Duque por cuenta de Centros Poblados se robaron $70.000 millones que estaban destinados a llevar internet a las escuelas más alejadas del país.

El Gobierno del Cambio, el de Gustavo Petro, tampoco ha estado alejado de los escándalos de corrupción. En sus dos primeros años hemos sido testigos del Caso Nicolás Petro por el presunto ingreso de dinero ilegal a la campaña y del de los carros tanques de la Guajira.

No me resulto difícil recordar los casos emblemáticos, las joyas de la corona de la corrupción. Estos pocos ejemplos demuestran que ningún partido, ni de izquierda ni de derecha, ha escapado. La ideología se disuelve ante el dinero fácil.

Los números que duelen: estancados en el fango

Estos ejemplos son los más mediáticos, los que todos recordamos. Son la base del iceberg. He revisado por años el Índice de Percepción de la Corrupción y siempre hemos estado en niveles cercanos a los 40 puntos de un óptimo de 100.

Estamos lejos de Chile (66), el mejor de Latinoamérica. Dinamarca, líder con 90, también nos recuerda que otro camino es posible.

La corrupción en el PAE: un pecado mortal

De todos los casos de corrupción que he presenciado, hay unos que me duelen más que ningún otro: los del Programa de Alimentación Escolar (PAE).

Robarles la comida a los niños pobres es un acto de bajeza que no tiene nombre. El PAE, que debería ser un símbolo de solidaridad, se ha convertido en un negocio turbio para unos pocos.

Contratos inflados, alimentos en mal estado, empresas fachada, sobrecostos. La lista de irregularidades es interminable y la impunidad es la norma.

Casos en diferentes regiones y gobiernos demuestran que la corrupción no tiene límites. Desde la adjudicación de contratos a dedo hasta la entrega de alimentos podridos, todo vale para los corruptos.

Y mientras ellos se enriquecen, los niños sufren las consecuencias. La corrupción en el PAE es un reflejo de que nuestro sistema tiene fallas estructurales que no hemos resuelto y que son la gasolina de los corruptos.

¿Exceso de democracia una oportunidad para los corruptos?

Desde 1986, alcaldes y gobernadores se eligen por votación. La idea era acercar el poder al ciudadano, para mi terminó descentralizando la corrupción.

Esta tesis puede ser que genere controversia pero las cifras lo confirman: el 80% de los casos ocurren en entidades locales.

Financiamiento de campañas y la sombra de la corrupción

En Colombia, la financiación de campañas políticas ha sido históricamente un terreno fértil para la corrupción. Las sumas exorbitantes que se manejan en las contiendas electorales abren la puerta a la entrada de dinero ilícito, bien sea proveniente del narcotráfico, de contratistas inescrupulosos o de empresas que buscan favores políticos a cambio de su apoyo económico.

Esta situación genera un círculo vicioso en el que los políticos, una vez elegidos, se ven comprometidos a devolver los favores recibidos.

Lo anterior se traduce en contratos amañados, prebendas y decisiones gubernamentales que benefician a los financiadores perjudicando el interés público.

Todos sabemos que los topes de las campañas no se cumplen y que una campaña por una alcaldía grande puede costar unos 8.000 millones de pesos.

Los recursos los deben conseguir los candidatos a través de aportes. Entonces, le quedan debiendo un favor a cada santo, favores que muchos pagan con contratos, contratos que además de cumplir el objeto del mismo deben generar cuantiosas ganancias para el adjudicatario. Eso se traduce en mala calidad, sobrecostos e incluso en elefantes blancos.

Democracia y corrupción

¿Cómo validar la tesis de que nuestro sistema democrático fomenta la corrupción? ¿Qué sistemas de Gobierno tienen los países menos corruptos y los más corruptos? Usando IA, clasifique los países según su sistema de gobierno (democracia plena, democracia defectuosa, régimen autoritario o monarquía constitucional) y calculé el promedio del índice para cada categoría.

Esto permitió comparar los niveles de corrupción en diferentes sistemas y extraer conclusiones preliminares sobre su posible influencia.

El análisis de los datos me reveló una posible relación entre el tipo de sistema de gobierno y los niveles de corrupción. Las democracias plenas, caracterizadas por instituciones sólidas, separación de poderes y mecanismos de control, tienden a mostrar un mejor desempeño en el Índice de Percepción de la Corrupción, con un promedio de 77.5.

En contraste, las democracias defectuosas, que pueden presentar debilidades en sus instituciones o falta de transparencia, obtienen un promedio de 55.2.

Los regímenes autoritarios, donde la concentración de poder y la falta de libertades son la norma, muestran el peor desempeño, con un promedio de 29.3. Venezuela tiene 13 puntos y es el país más corrupto, ubicándose en el último lugar de la lista.

Es importante destacar que las monarquías constitucionales también muestran un buen desempeño en el índice. Esto puede deberse a que suelen contar con instituciones democráticas sólidas y mecanismos de control similares a los de las democracias plenas.

El análisis del Índice de Percepción de la Corrupción revela que los países con democracias plenas y monarquías constitucionales tienden a tener menor corrupción que aquellos con democracias defectuosas o regímenes autoritarios.

Una democracia plena es aquella que cuenta con todos estos factores: solidez de las instituciones democráticas, la separación de poderes, mecanismos de control fuertes y participación ciudadana activa.

Estos son los elementos que pueden contribuir a un mejor desempeño en la lucha contra la corrupción. Y Colombia, ¿Cuenta con ellos? Sin duda, nuestra democracia dista de ser perfecta.

La pregunta es, ¿Estamos avanzando hacia ella o hacia una más imperfecta? Entre más imperfecta, más corrupción pues los que desean aferrarse al poder aplicaran tácticas más corruptas.

Elefantes blancos: monumentos al fracaso

En el Valle del Cauca, el Hospital de Buenaventura es ejemplo de corrupción sistemática. Los escándalos lo han acompañado durante toda su historia.

Desde irregularidades y sobrecostos en su construcción hasta desfalco a través de facturas irregulares. Es imposible saber cuánto se ha perdido por cuenta de la corrupción en esta entidad que ahora atraviesa una nueva crisis económica.

En Cali, la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales también es un ejemplo emblemático que ha ocupado infinidad de páginas e investigaciones.

Algunos expertos estiman que acumuló sobrecostos que superaron los 200.000 millones. Estas obras no son simples errores: son la prueba de que robar sin consecuencias es una tradición.

Algunos estudios indican que por cuenta de la corrupción se pierden cerca de 50 billones de pesos al año, equivalente al 5% del PIB.

Cifra similar al presupuesto total de sectores como la educación. En un informe de la Contraloría del 2023 se señaló que el 30% de los contratos auditados presentaban hallazgos fiscales.

La entidad detectó que infraestructura y salud eran los sectores con mayores pérdidas pero el problema es transversal a todo el gasto público.

Impunidad: el oxígeno de los corruptos

He documentado decenas de escándalos. Lo frustrante es ver cómo el 90% de los casos nunca llega a una condena. Los procesos se alargan, los testigos callan, y los poderosos negocian su libertad.

La justicia, lenta y fragmentada, parece diseñada para proteger a los culpables. Mientras un contratista menor paga cárcel, los grandes operadores siguen en sus escritorios, planeando el próximo fraude.

¿Y la sociedad? Entre la indignación y la complicidad

Criticamos a los corruptos, pero ¿Somos inocentes? Normalizamos pagar sobornos por una multa de tránsito o un permiso de construcción.

Celebramos a políticos que reparten mercados en campaña, aunque sepamos que ese dinero es sucio. En redes nos indignamos, pero en las urnas priorizamos otras agendas. La corrupción es un virus en el Estado que se alimenta de nuestro silencio.

¿Podemos cambiar? La respuesta está en nuestras manos. Exigir transparencia real, no conformarnos con discursos. Castigar con el voto a los implicados, sin importar su bandera.

Apoyar periodistas y fiscales que arriesgan todo por la verdad. Colombia no merece seguir siendo un país donde la corrupción se hereda al igual que un mal genético. La justicia llegará si dejemos de verla como un problema ajeno y la asumimos la batalla en su contra.

Desde la sala de redacción: 35 años de periodismo

Este proyecto es una mirada al pasado, al presente y al futuro de Colombia a través de la experiencia periodística.

A través de estas crónicas, busco no solo recordar, sino entender las lecciones que el tiempo nos ha dejado.

Porque el periodismo no es solo contar la historia, sino cuestionarla y, en ocasiones, desafiarla.

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