Desde la sala de redacción, 35 años de periodismo

La polarización en Colombia: una fractura que amenaza la democracia

viernes 25 de abril, 2025

Por: Rosa María Agudelo – Directora Diario Occidente

Cuando empecé en el periodismo, la polarización política y social en Colombia no era un término de uso cotidiano.

Existía, sí, pero con matices diferentes. En los años 90, la división se reflejaba principalmente en el conflicto armado, la violencia del narcotráfico y la confrontación entre sectores políticos antagónicos.

Sin embargo, lo que hoy vivimos es una fractura aún más profunda: una separación que no solo afecta las ideologías, sino que divide familias, comunidades y la esencia misma del debate público.

De la guerra a la fragmentación ideológica y el impacto del Acuerdo de Paz

Colombia ha estado dividida desde siempre. Las guerras civiles del siglo XIX entre liberales y conservadores dejaron heridas que se profundizaron con el Bogotazo y la Violencia de los años 50.

Con la Constitución de 1991, el país intentó construir un nuevo pacto social, pero los conflictos no desaparecieron.

En los años 90, más que polarización política, había una fragmentación social causada por la violencia del narcotráfico, el conflicto armado y la crisis institucional.

El asesinato de líderes políticos como Luis Carlos Galán, la influencia de las FARC, la aparición de los paramilitares y la lucha del Estado contra los carteles de la droga marcaron esa década.

A pesar de la profunda violencia, la falta de redes sociales y de un discurso estructurado en torno a “nosotros contra ellos” impedía que se configurara una polarización similar a la actual.

Los años 2000 trajeron consigo una nueva configuración del conflicto, donde la lucha contra las FARC y los paramilitares también fue una lucha discursiva.

Sin embargo, fue el referendo sobre el Acuerdo de Paz en 2016 el que marcó un punto de quiebre en la polarización política del país.

La polarización política ocurre cuando las diferencias ideológicas se acentúan al punto de dificultar el diálogo y el consenso.

Según el Pew Research Center y el World Economic Forum, este fenómeno se manifiesta de dos formas principales: la polarización ideológica, que ocurre cuando las diferencias políticas se amplían hasta hacer inviables los acuerdos entre facciones rivales, y la polarización afectiva, que va más allá de la ideología y se basa en el rechazo y la deslegitimación del oponente hasta considerarlo una amenaza existencial.

En mi concepto, tras el referendo en Colombia enfrentamos ambas formas de polarización. La narrativa dominante redujo el debate a una confrontación binaria entre “amigos” y “enemigos” de la paz, eliminando los matices.

La Seguridad Democrática de Álvaro Uribe y el posterior Acuerdo de Paz de Juan Manuel Santos polarizaron al país de una manera que se mantiene hasta hoy.

La pregunta no era solo si se estaba a favor o en contra de la paz, sino cómo se percibía a quienes estaban en la otra orilla.

Redes sociales: amplificadores del odio y cámaras de eco en la política

Si algo ha profundizado la polarización en Colombia, es la revolución digital. Los medios tradicionales, aunque a menudo alineados con ciertos sectores políticos, solían mantener ciertos estándares de información.

Con la llegada de las redes sociales, la narrativa política se volcó a la desinformación, al ataque personal y a la creación de burbujas ideológicas donde solo se valida la opinión propia.

Facebook, Twitter y WhatsApp se transformaron en trincheras digitales que refuerzan posturas preexistentes y aíslan opiniones contrarias.

Tras el referendo de 2016, las redes se convirtieron en un campo de batalla constante, reforzando la narrativa de traición o heroísmo en torno al proceso de paz.

Esta dinámica se ha intensificado en la administración de Gustavo Petro, donde el propio presidente ha adoptado una narrativa polarizante que refuerza la confrontación política y la deslegitimación del opositor.

Los líderes políticos, en lugar de construir puentes, han usado estas herramientas para fortalecer su base con discursos que atacan en vez de convencer.

El periodismo, por su parte, quedó atrapado en una crisis de confianza fomentada incluso por el presidente Petro, en un ecosistema donde los ciudadanos consumen solo aquellas fuentes que refuerzan sus creencias. Ya no buscan información, sino confirmación.

El impacto en la democracia y la crisis de gobernabilidad

La polarización ha tenido un efecto negativo en la democracia colombiana. A partir del estallido social de 2021, las divisiones se profundizaron aún más, reflejando el descontento de amplios sectores de la sociedad y la incapacidad del Estado para responder de manera efectiva.

La administración de Petro ha intensificado estas dinámicas, generando un ambiente de confrontación permanente desde el Ejecutivo y debilitando los espacios de consenso y diálogo político.

En las últimas elecciones, la discusión se centró poco en propuestas, sino en una batalla entre el “bien” y el “mal“, donde cada bando ve al otro como una amenaza existencial.

La polarización aumentó la participación electoral, pero impulsada por el miedo y el rechazo más que por el debate de ideas.

Más allá de la política, la polarización ha permeado la convivencia: familias evitan hablar de política, amigos se distancian por discusiones en redes y periodistas reciben amenazas por hacer preguntas incómodas.

En este ambiente, la verdad se convierte en una construcción relativa y peligrosa.

Estudios globales sobre polarización y experiencias en Colombia: ¿es un fenómeno irreversible?

Diversos estudios han analizado la polarización a nivel mundial, identificando a Colombia como uno de los países más polarizados.

Informes del World Economic Forum (WEF), el Pew Research Center y la OECD destacan que esta situación es resultado de conflictos históricos, el papel de las redes sociales y la falta de confianza en las instituciones.

A pesar de este panorama, la polarización no es irreversible. En Colombia, diversas iniciativas han tratado de mitigar su impacto a través del diálogo.

El Nansen Center for Peace and Dialogue, el Diálogo Democrático del PNUD y el Instituto Kroc han trabajado en la reconciliación y la construcción de consensos.

Países como Alemania y Sudáfrica han logrado reducir sus niveles de polarización con políticas de reconciliación, inversión en educación cívica y promoción de liderazgos conciliadores.

En el contexto colombiano, estas experiencias pueden servir de modelo para fortalecer iniciativas locales de reconciliación.

Superar la polarización

Colombia está atrapada en un ciclo de polarización que erosiona la confianza en sus instituciones y debilita su democracia.

No es un fenómeno nuevo, pero en los últimos años se ha convertido en un obstáculo insalvable para el diálogo y la construcción de consensos.

El primer paso para superarla es recuperar la confianza en las instituciones. La percepción de que el Estado solo sirve a unos pocos alimenta la narrativa del enemigo interno.

Sin reformas que garanticen justicia, equidad y representatividad real, las diferencias seguirán convirtiéndose en trincheras.

Los medios de comunicación también tienen una responsabilidad clave. Durante demasiado tiempo, algunos han optado por el sensacionalismo en lugar del periodismo con rigor y contexto.

Sin una prensa comprometida con la verdad, la polarización seguirá ganando terreno.

Otro pilar fundamental es la educación para el pensamiento crítico. Un país donde los ciudadanos cuestionan la información y dialogan sin odio tiene más oportunidades de reconciliación.

Finalmente, el liderazgo conciliador es urgente. Los políticos deben abandonar la estrategia del miedo y la confrontación. Necesitamos líderes que busquen unir, no dividir.

Colombia ya ha superado fracturas profundas antes. La pregunta es si esta vez tendremos la madurez para hacerlo.

Desde la sala de redacción: 35 años de periodismo

Este proyecto es una mirada al pasado, al presente y al futuro de Colombia a través de la experiencia periodística.

A través de estas crónicas, busco no solo recordar, sino entender las lecciones que el tiempo nos ha dejado.

Porque el periodismo no es solo contar la historia, sino cuestionarla y, en ocasiones, desafiarla.

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