A salvar la U

Las universidades públicas juegan un papel clave en la sociedad, por eso no se pueden dejar morir.

Las 32 universidades públicas de Colombia están en crisis; según sus propias cifras, las instituciones suman un déficit de $3,2 billones en funcionamiento y aproximadamente $15 billones en infraestructura.

Esta situación pone en riesgo el futuro de miles de jóvenes colombianos que, ante la falta de recursos, tienen como única opción el ingreso a una institución de educación superior estatal.

De cada 100 colombianos que terminan el bachillerato, 48 acceden a la educación superior, y de estos el 45% deserta, siendo las dificultades económicas la causa principal.

Estos datos explican porqué recortar el presupuesto de la educación superior sería un error, pues se reduce la única forma de ascenso social que tienen las nuevas generaciones de los estratos menos favorecidos.

Como si esto fuera poco, las exigencias del Estado están haciendo cada vez más costosa la educación privada, pues son tantas y tan complejas, que las universidades privadas han tenido que aumentar el valor de sus matrículas para cumplir las condiciones de acreditación.

Quiere decir lo anterior que, contrario a una política educativa que lleve cada vez más jóvenes a las universidades públicas y privadas, el Estado colombiano está alejando a las nuevas generaciones de la educación superior.

La historia reciente muestra cómo los países que lograron salir del subdesarrollo en la segunda mitad del Siglo XX, priorizaron el fomento a la educación.

Si Colombia quiere seguir ese camino, debe, entonces, hacer lo propio.

Acceder a la universidad no puede seguir siendo un juego de probabilidades, una cuestión de suerte, por eso el Estado colombiano debe hacer un esfuerzo para destinar más recursos a la educación superior, procurando no solo ampliar la cobertura, sino mejorar la calidad.

El beneficio que recibe un joven que accede a la universidad se transfiere también a su familia y, en el largo plazo, a toda la sociedad.

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