Petro debe respetar los conductos y el equilibrio de poderes, así como aprender a construir consensos

El mandato del pueblo no es un cheque en blanco

Foto: Presidencia de Colombia
lunes 8 de abril, 2024

El presidente Gustavo Petro parece estar buscando atajos para imponer su voluntad cuando el Congreso de la República no aprueba sus iniciativas.

La reciente intervención de las EPS por parte del gobierno, en un intento de implementar una reforma a la salud que no logró pasar por el Congreso, es un ejemplo claro de cómo se recurre a figuras legales para imponer una agenda política.

Esta estrategia plantea serias preocupaciones sobre el respeto al proceso legislativo y la separación de poderes.

Otro ejemplo es la propuesta presidencial de convocar una constituyente, ignorando los procesos establecidos para tal fin en la Constitución vigente y buscando reemplazarlos con cabildos abiertos y asambleas estudiantiles, invocando el poder del pueblo.

Es importante recordar que en las democracias modernas, no existe un mandato imperativo. El presidente Petro fue elegido por el pueblo, pero esto no le otorga carta blanca para imponer su agenda sin el debido escrutinio y debate democrático.

La voluntad popular debe ser respetada, pero también deben respetarse los mecanismos institucionales establecidos para la toma de decisiones.

Además, es necesario cuestionar la idea de que el apoyo a ciertas reformas implica una aceptación incondicional del cómo se llevan a cabo.

En Colombia sí se requieren reformas, pero bien hechas, a partir de consensos, de conocimiento técnico y definidas a partir de debates democráticos, no impuestas.

El presidente Petro debe aprender a respetar los conductos establecidos y a buscar consensos en lugar de intentar imponer su voluntad de manera unilateral.

Si bien es legítimo que busque implementar su agenda, debe hacerlo dentro del marco democrático y respetando los controles y contrapesos necesarios para garantizar la transparencia y la legitimidad de su gobierno.

Invocar al “pueblo” no puede ser un pretexto para evadir el escrutinio y la rendición de cuentas. En una democracia, el poder emana del pueblo, pero se ejerce a través de instituciones sólidas y procesos transparentes.

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