El presagio de los avales
Por prácticas como las vistas en las pujas por los avales es que los ciudadanos viven tan alejados de los partidos políticos.
Los procesos de definición de los avales de los diferentes partidos políticos para la Alcaldía de Cali son un mal precedente para la campaña que comienza, pues han estado marcados por el desconocimiento de los estatutos, que cada precandidato y cada cacique político interpreta al gusto de sus intereses.
Esto es un pésimo síntoma por dos razones básicas: la primera, porque los partidos políticos son la base de un sistema democrático, y si al interior de los mismos no se respetan las reglas, de allí en adelante los procesos políticos quedan viciados, y, segundo, porque es un indicador de que, en su afán de controlar la Alcaldía de Cali, hay aspirantes y jefes políticos dispuestos a jugar al todo vale con tal de ganar.
La necesidad de supervivencia ha hecho que la ideología, la trayectoria, la militancia y las hojas de vida, factores claves a la hora de escoger un candidato, pasen a un segundo plano y se impoga la voluntad de los gamonales, lo que evidencia que pese a los muchos intentos por modernizar la política, en cada colectividad son dos o tres los que mandan y deciden por encima de los mismos estatutos.
Lo peor es que los mismos caciques que burlan las normas internas de sus colectividades y manipulan los procesos son los que más se quejan por la lejanía de los ciudadanos frente a los partidos políticos, cuando son estas prácticas las que producen el hastío de la gente.
Ojalá esta lucha por los avales no sea el anuncio de una tendencia de lo que será el desarrollo de la campaña, con movimientos por debajo de la mesa, guerra sucia e incertidumbres jurídicas, porque Cali no lo merece.