Entre el ideal de la paz y la realidad de la violencia
El riesgo de permitir el fortalecimiento de grupos armados
La promesa de la “Paz Total” se ha convertido en el talón de Aquiles para la gobernabilidad en Colombia.
Los recientes enfrentamientos en el Catatumbo, que dejaron más de 80 muertos y desplazaron a 11.000 personas, reflejan un panorama desolador.
Esta situación pone en evidencia que los espacios otorgados a los grupos armados no han sido aprovechados para la reconciliación, sino para su reorganización y fortalecimiento.
La historia enseña lecciones contundentes.
Durante los diálogos del Caguán, las FARC usaron el tiempo y territorio cedidos para afianzar su poder militar.
Hoy, vemos cómo el ELN y las disidencias de las FARC replican esta estrategia, mientras el gobierno actúa de manera reactiva.
La falta de ofensiva estatal no solo deja a la población a merced de estas organizaciones, sino que también desmoraliza a las fuerzas armadas y genera desconfianza en las instituciones.
En regiones como el Catatumbo, dominadas por el narcotráfico y los intereses ilegales, la ausencia de una estrategia integral es evidente.
Aunque el gobierno ha desplegado 5.000 soldados para contener la crisis, estas medidas llegan tarde y con un enfoque de contención, no de solución.
La gobernabilidad requiere una estrategia firme y coordinada.
Es urgente que el Estado pase de una postura reactiva a una proactiva.
Esto incluye recuperar el control de los territorios, desmantelar estructuras criminales y garantizar la seguridad de las comunidades.
La historia no puede repetirse. Si el gobierno no asume su responsabilidad con determinación, lo ocurrido en el Catatumbo podría convertirse en un presagio para otras regiones del país.
Colombia necesita un liderazgo que priorice la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos.
Solo así podrá cumplir con la promesa de paz y evitar que esta se convierta en una excusa para la expansión de la violencia.