Está en manos de la gente que la fiesta sea motivo de orgullo y no de lamento
La Feria, en manos de los caleños
Cali se prepara para celebrar la versión 68 de la Feria de Cali, el evento cultural y popular más importante de la ciudad; durante seis días, la capital del Valle se convierte en escenario de música, baile, tradición y encuentro.
Las autoridades dispusieron operativos de seguridad, planes de movilidad y una programación amplia. Sin embargo, el verdadero éxito de la Feria no depende solo de esa planificación institucional.
La experiencia demuestra que ninguna logística alcanza si falla el comportamiento ciudadano. A la ciudad llegan miles de turistas nacionales y extranjeros, y al mismo tiempo, miles de caleños salen a las calles para disfrutar los desfiles, conciertos y actividades barriales.
Ese encuentro masivo exige algo más que controles: requiere autocuidado, autocontrol y respeto por el otro.
El consumo de licor es uno de los puntos críticos. La Feria no puede confundirse con exceso ni con desorden.
Beber con moderación no es una imposición moral, es una condición básica para evitar tragedias; además, el respeto por las normas de tránsito, por los espacios públicos y por los vecinos marca la diferencia entre una celebración alegre y un problema colectivo.
Cali vive un momento sensible en términos de convivencia. Por eso, esta Feria representa también una oportunidad para demostrar que la ciudad puede celebrar sin violencia, sin intolerancia y sin abusos.
El respeto a la autoridad, a las normas y, sobre todo, a la vida, debe ser parte central del mensaje festivo.
Los caleños cumplen un rol especial como anfitriones. La imagen que se lleven los visitantes no la define un afiche ni un escenario, la define el trato cotidiano, la forma de conducir, la paciencia en las filas y la manera de resolver los conflictos. Una ciudad que acoge con respeto deja huella positiva.
La Feria de Cali es patrimonio emocional y cultural. Su éxito no se decreta, se construye.