El doble rol del presidente Petro representa un peligro para la sana convivencia democrática del país.
¿Jefe de Estado o agitador de protestas?
El texto del escritor Mario Mendoza, publicado en la revista Cambio, generó debate nacional no sólo por ser la confesión de un petrista desilusionado, sino porque plantea la contradicción de roles en la que permanentemente incurre el presidente Gustavo Petro, pues en ocasiones actúa como jefe de Estado y en otras como un agitador que instiga a la movilización en las calles.
Es una paradoja difícil de entender, pues Petro es quien debe garantizar la paz y el orden en el país, pero, al mismo tiempo, incita a sus seguidores a salir a las calles cada vez que hay decisiones de otros poderes públicos que le incomodan.
Así lo hizo recientemente, alegando un “golpe de Estado” inexistente, a raíz de la investigación que adelanta el Consejo Nacional Electoral contra su campaña, por la presunta violación de los topes de financiación.
¿Cómo puede alguien que está al frente del Estado, que dirige a la fuerza pública y que es responsable de mantener la estabilidad, incitar al mismo tiempo a la protesta social?
Atendiendo el llamado del mandatario, está en marcha otra convocatoria de sus simpatizantes, programada para el 23 de octubre en Cali, en medio de la COP16.
¿Por qué el propio gobernante de Colombia le añade esta tensión innecesaria a una ciudad en la que habrá cerca de 15 mil delegados de más de 150 países? Si estas marchas se descontrolan, ¿qué hará el presidente? Él mismo ordenó a las fuerzas de seguridad no actuar contra las manifestaciones.
Surge, entonces, un interrogante de fondo: ¿está actuando Petro como un jefe de Estado responsable de preservar el orden, o sigue comportándose como un líder agitador que fomenta la confrontación?
Es fundamental que el presidente defina si su papel es el de un líder que busca la unidad o sigue siendo un incitador a la agitación, porque la confusión entre sus roles pone en peligro la estabilidad del país.