La elección del nuevo Papa

lunes 11 de marzo, 2013

El nuevo líder de la Iglesia Católica, más que un teólogo, debe ser un cardenal con la capacidad de convertirse en un embajador de la paz, el perdón y la reconciliación.

Con motivo del cónclave, que inicia hoy, a lo largo y ancho del mundo católico es frecuente escuchar debates sobre el perfil que debe tener el sucesor de Benedicto XVI. ¿Cómo debe ser el nuevo Papa? Esa es la pregunta que se formulan quienes saben que la elección del Pontífice debe basarse no sólo en asuntos teológicos y clericales, que son importantes para el manejo interno de la Iglesia, sino también, en características menos religiosas que son tanto o más importantes, como la capacidad de llegarle a los fieles y lograr identidad con ellos, y la visión política que le permita jugar un papel importante como promotor de la paz en un mundo cada vez más convulsionado.

En ese sentido, se hace necesario elegir un Papa carismático. Un Pontífice dogmático y encerrado en la teología no sólo le haría daño a la Iglesia como institución, pues impediría el necesario proceso de transformación que debe sufrir para ponerse a tono con la realidad actual, sino que privaría al mundo entero, no sólo al católico, de contar con un líder trasnacional que lleve un mensaje de tolerancia y reconciliación por donde vaya.

Sólo si se elige a alguien con capacidad de conectarse con la gente, el nuevo Papa podrá gozar del reconocimiento y respeto suficientes para intervenir en defensa de quienes lo necesiten, para promover los cambios requeridos al interior del Vaticano y depurar la Iglesia.

El catolicismo requiere un líder que lo dinamice, por eso es importante que el elegido sea un cardenal joven, como lo fue en su momento Juan Pablo II, con capacidad para viajar e interactuar con la gente, con aptitud para interpretar a las nuevas generaciones y llegarles con un mensaje de respeto y perdón.

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