La exaltación de un modelo de vida

lunes 13 de mayo, 2013

Desde el pasado domingo Laura Montoya Upegui, la madre Laura, se convirtió en la primera santa colombiana, hecho que para nuestro país tiene una importancia que trasciende las fronteras de la religión católica.

La semana pasada, antes de la canonización, se generó un debate en torno a la conveniencia del viaje del presidente Juan Manuel Santos al Vaticano para participar en la ceremonia, pues algunos críticos plantearon que en un estado laico, como el colombiano, el Jefe de Estado no debería participar en este tipo de actividades religiosas.

Allí hay que aclarar varias cosas: primero, que Colombia sea un Estado laico quiere decir que los poderes públicos son independientes de cualquier organización religiosa, pero esto no implica que se desconozca que cerca del 80% de los colombianos, aunque no todos sean practicantes fervorosos, son católicos.

Sin embargo, la canonización de la madre Laura debe ser importante para todos los colombianos, católicos o no, creyentes o no, pues con la santificación de esta misionera se está reconociendo una vida ejemplar, se está exaltando un modelo digno de imitar por el servicio que prestó y por los sacrificios hechos en favor de otros, en este caso, la defensa de los indígenas que abanderó a principios del siglo XX en Antioquia, trabajo en el que dio muestras de humildad y caridad, virtudes que en el complejo mundo de hoy vale la pena destacar.

Tiene gran valor que nuestro país, tan estigmatizado por algunos ciudadanos célebremente mundiales por su carrera criminal, sea referenciado por una hija cuya vida le mereció ser llamada santa.

Pero si lo espiritual y lo humano no es suficiente para que se reconozca la importancia de la canonización de la madre Laura, hay un factor adicional, el financiero: Jericó, el pueblo donde nació la santa, podrá transformar su economía gracias al turismo religioso.

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