Sin desconocer las dificultades, no podemos caer en la trampa de quienes quieren convencer a los colombianos de que aquí todo va mal
La trampa del pesimismo
La conjugación de los efectos de la pandemia con el paro nacional disparó el pesimismo de los colombianos que, acosados por el virus, por la afectación económica y sicológica de las restricciones, más el clima de tensión y preocupación por la prolongación y lo violento de las protestas, comenzaron a ver todo a través del lente de la negatividad.
Según la más reciente encuesta de Invamer, realizada en agosto, sólo el 20,1% de los colombianos considera que el país va por buen camino, cifra que, aunque no es la ideal, es un poco mejor que la registrada en abril, cuando únicamente el 18,6% tenía una visión optimista.
Al igual que la depresión, en el caso de la salud mental de una persona, el pesimismo es una enfermedad social muy peligrosa, pues lleva a adoptar posturas y decisiones que, como en una espiral, aumentan ese clima de negatividad.
Lamentablemente, hay sectores políticos que le apuestan a potenciar ese estado de pesimismo, con propósitos electorales, sin medir el impacto que esto tiene en la sociedad. Una cosa es ser realista y reconocer los problemas que tiene el país y otra, muy diferente, es maximizarlos y ver las soluciones de los mismos como imposibles.
Cuando predomina el clima de pesimismo no se invierte, se guarda hasta el último peso y eso tiene un efecto nefasto en la economía que, a su vez, aumenta la percepción de que todo va mal.
Las cifras del país, si bien aún se sienten los efectos de la pandemia, que no ha terminado, y los del paro, han mejorado notablemente este semestre y las perspectivas para lo que resta del año y el próximo son positivas. Mucho contribuiría en ese propósito que la mirada de los colombianos pasara del pesimismo al optimismo. El país puede seguir adelante.