Más allá de la ley seca
No es coincidencia que las celebraciones que terminan en desmanes estén asociadas al consumo irresponsable de licor. No se trata sólo de los triunfos de la Selección Colombia; también el Día de la Madre, el 24 y el 31 de diciembre, y los eventos festivos masivos (como la feria de Cali) en los que la ingesta de alcohol aumenta, aumentan también las riñas y las muertes violentas. Está demostrado que la mezcla de euforia colectiva y el consumo irresponsable de bebidas embriagantes deriva en comportamientos difíciles de controlar.
Lo anterior justifica la aplicación de la ley seca, que rigió desde ayer y hasta la madrugada de hoy en buena parte del territorio nacional, debido al juego entre Colombia y Japón, como medida para reducir la violencia asociada al fútbol.
Sin embargo, la aplicación de esta medida funciona de manera coyuntural, se logra un mejor comportamiento a partir de ésta y otras restricciones, pero cuando ya no hay prohibición y no hay una vigilancia especial de las autoridades, el problema aparece de nuevo.
De fondo hay un grave problema cultural: en nuestro país las celebraciones siempre se asocian al consumo de alcohol y las campañas respecto al tema se han concentrado en los problemas que generan los borrachos al volante, limitándose a pedirle a los conductores que entreguen las llaves si van a beber, cuando el mensaje debería ser más abierto y más profundo. Así como Colombia emprendió una campaña para reducir el consumo de cigarrillo, se debe hacer algo similar con el licor para lograr que la ingesta sea menor, responsable y moderada, hay que erradicar el concepto de celebración vinculado al consumo excesivo de licor.