Paz, optimismo y moderación

viernes 8 de noviembre, 2013

El exagerado optimismo puede propiciar un acuerdo con las Farc en términos inconvenientes para el país.

Nada está acordado hasta que todo esté acordado. Esto es algo que deben tener presente los colombianos frente al proceso de paz con las Farc: el acuerdo en el segundo punto de la agenda de los diálogos con la guerrilla, la participación política, que representa un avance en el lento proceso, no es nada concreto aun, pues no define cómo será el paso de los subversivos del combate al debate.

El documento que el Gobierno, la guerrilla y sus amigos califican como algo extraordinario está lleno de lugares comunes y hasta propone la creación de figuras políticas que ya existen, como todas las garantías para el ejercicio de la oposición y la participación en política con pluralismo, que fueron creadas hace ya 22 años por la Constitución de 1991 y que ahora le quieren presentar al país como la gran novedad.

Es errado y muy peligroso ver el proceso de paz desde el exagerado, por no decir ingenuo, optimismo de quienes defienden los intereses de la guerrilla; las negociaciones deben verse con realismo crítico, no con el ánimo de dañarlas, sino con la intención de que el eventual acuerdo que se logre propicie en verdad la reconciliación nacional y no sea solo un pacto para que el presidente Juan Manuel Santos pueda reelegirse y los jefes de las Farc puedan disfrutar de las inmensas fortunas construidas a partir de expropiaciones, extorsiones y narcotráfico.

Aun no se ha definido si los cabecillas de la guerrilla pagarán por los crímenes de lesa humanidad de los que son autores, tampoco están claras las condiciones en las que los guerrilleros harán política, ni su renuncia al narcotráfico ni la reparación a las víctimas.
Y también es incierto lo más importante, pues no se sabe qué dirán los colombianos cuando acudan a las urnas a refrendar o a reprobar el acuerdo.

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