La diplomacia colombiana debe actuar con inteligencia y dignidad, sin pulsos ideológicos, sino con visión estratégica.
Colombia y USA: relaciones estratégicas, no reactivas
El encuentro del 15 de agosto en la Casa de Nariño entre el presidente Gustavo Petro, miembros de su gabinete y una delegación de congresistas estadounidenses, es una señal positiva en medio de las tensiones recientes entre los gobiernos de ambos países.
Ver al propio mandatario dialogar con legisladores del Partido Republicano y Demócrata acerca de seguridad, narcotráfico, migración, comercio e inteligencia demuestra que, más allá de las diferencias ideológicas, puede haber entendimientos sobre lo fundamental.
Este gesto es especialmente relevante considerando el delicado estado de la relación bilateral en meses recientes.
La posibilidad de una descertificación en materia de lucha antidrogas es real y tendría consecuencias económicas y de seguridad graves para Colombia.
Además, los choques diplomáticos con figuras políticas de Washington han generado fricciones, aunque los congresistas presentes coincidieron en preservar el consenso bipartidista y evitar decisiones intempestivas que dañen la alianza.
Históricamente, la relación con EE.UU. ha sido estratégica para Colombia: como receptor clave de ayuda en seguridad desde el Plan Colombia, nuestro país ha sido visto como la pieza fundamental en la política hemisférica de Washington.
En un contexto regional en el que China compite por influencia y los desafíos institucionales internos persisten, romper o tensionar esa relación sería no solo contraproducente, sino peligroso para la estabilidad nacional.
En ese sentido, Venezuela no puede ser introducida en la ecuación bilateral con EE.UU. Los conflictos de Nicolás Maduro con Washington no deben contaminar nuestra política exterior.
Colombia tiene una agenda propia, con prioridades claras en seguridad, migración y comercio, y la responsabilidad de mantenerlas, incluso en los últimos once meses de este gobierno.