Reconocer a Nicolás Maduro tras un fraude electoral sería un golpe para la democracia en la región y un retroceso para Colombia.

Petro y Maduro: ¿pragmatismo o complicidad?

Foto: Presidencia de Colombia
sábado 30 de noviembre, 2024

El próximo 10 de enero debería ser un hito para la democracia venezolana, marcado por el cambio de mando hacia Edmundo González, ganador de las elecciones presidenciales.

Sin embargo, la probabilidad de que Nicolás Maduro tome posesión nuevamente, ignorando los resultados y alertas internacionales, evidencia la consolidación de un régimen que desprecia la voluntad popular.

En este contexto, el gobierno colombiano se enfrenta a una decisión crucial: asistir o no al acto de posesión de Maduro.

Una cosa es mantener relaciones diplomáticas con Venezuela por intereses bilaterales y comerciales, y otra, muy distinta, es avalar el fraude cometido por el régimen chavista.

Hasta ahora, el presidente Gustavo Petro ha mostrado una prudencia que, en lugar de generar claridad, fomenta dudas sobre el compromiso de su gobierno con la democracia en la región.

Los recientes comentarios del canciller Murillo, indicando que “sin actas no hay reconocimiento”, son acertados, pero llegan tarde y no justifican el tiempo perdido en adoptar una postura firme frente a Maduro.

La situación plantea un interrogante preocupante: ¿por qué el presidente Petro, que ha señalado y condenado acciones antidemocráticas en otros países, se muestra tan renuente a hacerlo en el caso de Venezuela? La ideología no puede ser excusa para medir con doble rasero las violaciones a la democracia.

Ignorar el fraude y los abusos del régimen de Maduro no solo mina la legitimidad de los principios democráticos, sino que envía un mensaje negativo al mundo sobre los valores de Colombia.

La defensa de la democracia debe estar por encima de las alianzas ideológicas.

Asistir a la posesión de Nicolás Maduro sería una pésima señal, tanto para Colombia como para la comunidad internacional, porque implicaría legitimar un régimen que oprime a su gente y silencia las voces de la oposición.

Colombia debe elegir el lado correcto de la historia y no ser cómplice de un tirano que representa todo lo contrario a lo que un demócrata debería defender.

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