Una mano a Salgar
El Estado, que suele abandonar a los damnificados, debe actuar con diligencia ante esta nueva tragedia.
En abril de 2006 una avalancha de lodo arrasó con Bendiciones, dejando un saldo de 38 muertos y 800 damnificados, hoy, nueve años después, quienes lo perdieron todo en esta tragedia siguen a la espera de que el Estado les entregue las casas prometidas, que supuestamente estarían listas en junio próximo.
En diciembre de 2010 un fuerte invierno y una falla geológica obligaron a la evacuación de Gramalote, un municipio de Norte de Santander que el Gobierno Nacional se comprometió a reconstruir en un punto seguro, pero hoy, cinco años después, no se ha puesto la primera piedra del nuevo pueblo.
El pasado lunes la fuerza de la naturaleza provocó otra tragedia de grandes proporciones en Colombia, esta vez en Salgar, Antioquia, donde una avalancha por el represamiento de una quebrada dejó al menos 64 víctimas fatales, un centenar de desaparecidos y cerca de 400 damnificados a los que el mismo Gobierno Nacional prometió indemnizaciones, viviendas y otras ayudas.
Ojalá esta vez sea diferente y no ocurra con los damnificados se Salgar lo mismo que pasó con las víctimas de Bendiciones y de Gramalote, a quienes el Estado no les ha cumplido.
En Colombia, lamentablemente, las víctimas de este tipo de desastres afrontan dos tragedias: primero, la de perder a sus seres queridos y sus bienes, y, luego, enfrentar la ineptitud de un Estado indolente que hace promesas mediáticas que no se esfuerza por cumplir y que terminan dilatadas o perdidas en los vericuetos de la tramitomanía y la corrupción.
Así como los casos de Bendiciones y Gramalote son ejemplos de lo que no debe ocurrir cuando se presenta una tragedia, en el país también hay casos positivos, como el del Fondo para la reconstrucción del eje cafetero, implementado tras el terremoto de Armenia en 1999. Ojalá en Salgar el Gobierno actúe con prontitud y cumplimiento, para que sus damnificados no tengan que vivir una doble tragedia.