El caso de Puerto Tejada revela una sociedad que consume agresiones en vivo sin reflexionar sobre su impacto humano
Violencia viral: el espectáculo que nos deshumaniza
El caso de la mujer agredida en Puerto Tejada, a manos de presuntos integrantes de una pandilla, es tan perturbador por la brutalidad del acto como por la manera en que fue difundido: una transmisión en vivo convertida en espectáculo.
No se trató solo de una agresión, sino de una puesta en escena para las redes, donde la violencia se transforma en contenido, y el sufrimiento real se vuelve entretenimiento.
Este hecho desnuda una realidad cada vez más común: las agresiones en tiempo real circulan sin control, convertidas en clips virales que muchos reproducen sin pensar en las consecuencias.
Cada visualización alimenta un sistema donde lo atroz se premia con atención, donde el dolor de una víctima puede ser monetizado en vistas y compartidos.
Las plataformas digitales, cuyos algoritmos privilegian el contenido más comentado, contribuyen a esta lógica perversa, en la que la ética va varios pasos detrás de la tecnología.
Pero no toda la culpa recae en quienes graban. También son responsables quienes ven, comparten, comentan y siguen estos contenidos.
La sociedad no solo tolera la violencia: la ha naturalizado al punto de convertirla en parte de su dieta informativa y de ocio.
Peor aún, la exposición constante a estas imágenes genera efectos psicológicos devastadores, especialmente en los más jóvenes, y promueve una cultura del morbo, no de la empatía.
Este fenómeno interpela también al periodismo: urge recuperar una ética informativa que proteja a las víctimas y se niegue a reproducir la violencia como mercancía.
Mientras tanto, como sociedad, debemos preguntarnos si queremos seguir siendo espectadores pasivos o empezar a exigir límites.
Porque cuando la violencia se vuelve normal, el peligro no es solo para las víctimas, sino para la humanidad entera.