Los escritores terminamos como las putas
No es exageración, los escritores en Colombia para poder ser leídos y conocidos nos tocó hacer lo mismo que hacían las putas de pueblo en pueblo: ir a las Ferias.
El oficio de escribir y publicar en Colombia, el antiguo país de los presidentes poetas, se ha tergiversado tanto con la modernidad, las pantallitas de los celulares y la patasarribiada que se pegó la educación que los escritores ,editores y libreros tuvieron que aferrarse a las Ferias del Libro que se organizan a cuenta gotas a lo largo y ancho del país para no perder la esperanza de hacer sobrevivir el libro.
Yo, que cada vez ejerzo más y más como un dinosaurio, parece que soy el único en todo el país que mantiene una columna semanal de crítica literaria, donde reseño y comento lo que estoy leyendo.
Los suplementos dominicales de los periódicos, donde antaño nos forjamos los escritores, han desaparecido. Las secciones culturales cada vez son mas menguadas en los flacuchentos diarios y revistas, que a su vez se mueren lentamente por falta de lectores o de pauta que los ayude a sostenerse. Las librerías se volvieron unos rincones extraños donde se puede conectar con el mundo que se está acabando y, obviamente, los libreros ya son tan poquitos que la Librería Minerva de Tuluá, el púlpito desde donde mi abuelo, don Marcial Gardeazábal, sentó cátedra de humanismo hoy es apenas un recuerdo en mis cuentos y novelas.
En el pensum de escuelas y colegios el afán de la lectura se ha ido restringiendo tanto que solo privilegiados como yo, que fui capaz de escribir Cóndores, podemos darnos el lujo de creer que hemos sido leídos en algún momento de la vida de quienes se gradúan de bachilleres.
Por todo ello han proliferado las Ferias del Libro, donde va más gente que libros a la venta y poco a poco se convirtieron en el único eslabón que conecta al cada vez más fantasmagórico mundo de la literatura con los atrevidos que bañándose de libros nos ilusionan como a las putas de tiempos lejanos.