Cambiar de partido, como cambiar de calzones
La pausa de Semana Santa sirvió para algo: ordenar prioridades. Y parece que en el Congreso de la República, la nueva prioridad legislativa no será la reforma a la salud ni la consulta popular que plantea el presidente Gustavo Petro… La prioridad de muchos congresistas será una más simple y conveniente –para ellos-: modificar la norma para poder cambiar de partido sin consecuencias legales.
Es decir, legislar en beneficio propio.
El proyecto de acto legislativo que habilita el transfuguismo —es decir, que un congresista pueda saltar de partido sin perder su curul ni caer en doble militancia— ya superó cinco de los ocho debates que requiere.
Quedan tres votaciones y, si se aprueban antes de junio, muchos congresistas podrán moverse de tolda a tiempo para presentarse con otro aval en las elecciones legislativas de marzo de 2026.
El texto aprobado, impulsado por la senadora María José Pizarro y el representante David Racero, miembros del Pacto Histórico, contempla que los actuales legisladores puedan cambiarse una sola vez por cuatrienio, hasta un mes antes de la inscripción de candidaturas.
Y aunque se justifica como un ejercicio de libertad política y reorganización democrática, lo cierto es que representa un giro hacia el beneficio personal, impulsado —paradójicamente— desde la coalición que prometió acabar con las viejas prácticas politiqueras.
Como ocurre cada cuatro años, el transfuguismo se convierte en una especie de “cambio de calzones” legislativo.
Una feria donde los congresistas buscan acomodarse en la lista más rentable, electoralmente hablando.
Desde la Misión de Observación Electoral (MOE), su directora, Alejandra Barrios fue contundente al afirmar que “esto va a terminar de destrozar el sistema de partidos políticos del país”.
En entrevista con El Espectador, Barrios alertó que este tipo de cambios incentivan la descomposición de la política, fomentan la improvisación y eliminan cualquier posibilidad de responsabilidad partidaria.
Ese afán desesperado por cambiar de partido lleva a cuestionar la coherencia ideológica tanto de los congresistas como de los partidos. Los intereses reemplazaron los ideales.