Un combate histórico en el centro del Valle
Batalla de San Juanito
Hacienda San Juanito – Foto Johnny Delgado M.
Las tropas españolas enviadas desde Popayán por Calzada y al mando del coronel Miguel Rodríguez se dirigían al centro del Valle del Cauca para aniquilar las fuerzas republicanas. Desplegaban sus banderolas negras en señal de guerra a muerte.
Desde Palmira (Llanogrande) les seguían y rondaban las milicias campesinas de Caloto, Cali, Palmira y Candelaria al mando de los coroneles Juan María Álvarez y Juan Runel. En Buga los esperaban el resto de fuerzas patriotas del general Joaquín Ricaurte. El 28 de septiembre de 1819, en el campo de la hacienda San Juanito en la periferia de Buga se encontraron los ejércitos. El militar caleño Clemente Mercado [1], testigo de aquella batalla nos dice:
[…] El enemigo se había apoderado de la casa de la hacienda, que era grande y de tejas; y también del trapiche, donde depositaron sus avances. El general Ricaurte había formado su gente en semicírculo y él, al centro. […] el general nos destinó a que guardáramos la espalda a unos cincuenta fusileros caleños que colocó al lado de abajo del trapiche, al mando de José Ignacio Rengifo Palacios y Juan Antonio Solano.
Un escuadrón como de sesenta Húsares de Fernando VII, bien uniformados, nos embistió. Y la infantería los esperó
hasta que llegaron a boca de cañón; y acto continuo y sobre la descarga que derribó a unos pocos, perdimos algo de terreno, pero sin darles la espalda. Y desviándose los húsares hacia nuestra derecha, cargaron contra toda la infantería de Runel, que teníamos al lado, la cual también perdió terreno con el chopo.
Pero Rengifo y Solano, expertos y veteranos, corrieron hacia aquel punto por retaguardia, y ayudados por Runel, hicieron volver cara a la gente y aun poco desordenada en medio del fuego; y entusiasmada nuestra tropa, dejó tendido en el campo a los sesenta y dos Húsares de Fernando VII, como parvada o mancha de pescados.
Mercado narra también cómo para romper la defensiva realista resguardada en el galpón que almacenaba adobes y que no dejaba acercar a ninguno, el patriota Joaquín Bermúdez (Guasca) se acercó temerariamente e incendió el techo de paja del galpón. Los soldados realistas huyeron y se replegaron en la casa de la hacienda. Allí fueron organizados de nuevo y a los gritos de vivas a la religión y al rey arremetieron a los patriotas. Estos replicaban con vivas a la patria y muerte a los godos. Los republicanos resistieron la embestida e hicieron retroceder a los realistas a la casa de nuevo. Por última vez, los soldados realistas fueron obligados a atacar y los patriotas los recibieron con ímpetu colocándolos en desbandada. A las seis de la tarde, con sus fuerzas vencidas Miguel Rodríguez y Silvestre Delgado se rindieron ante Runel.
Tomáronse prisioneros a los soldados, y nuestros oficiales condujeron a los dos jefes, Rodríguez y Delgado, caballeros al anca de sus caballos, permitiéndoles llevar sus armas.
Tres semanas después de la batalla, la Gazeta de Santafé de Bogotá [2], publicaba el informe del general Joaquín Ricaurte sobre San Juanito:
El pueblo que quiere ser libre no hay poder que lo sujete a servidumbre. […] en virtud de haberse apoderado la División que mandaba D. Miguel Rodríguez, capitán del Regimiento de Caballería Húsares del Príncipe, del territorio de Llanogrande comprensivo de esta ciudad.
Inmediatamente me dirigí a ella con el resto del ejército resuelto a batir al enemigo por su vanguardia, bien convencido por los partes diarios que tuve, de que los pueblos del Valle reunidos en masa en el Río del Palo, al mando del inglés ciudadano Juan Runel, con todas las armas blancas y de fuego que pudieron colectar, abriéndole paso para que se internase a las llanuras como lo verificó, le picaron la retaguardia y marchando sobre ella hasta el río de Sonso, distante dos leguas de esta ciudad, que ya ocupaba el enemigo situado en el llano de San Juanito, aguardó mis órdenes para el acometimiento.
[…] al siguiente día 28 y al toque de las 12 a un tiempo se ejecutó este proyecto dirigiéndose en el mejor orden posible al mismo llano de San Juanito donde se hallaba bien formado el enemigo y dividido mi ejército en dos alas, compuestas ambas de mil hombres, 700 de Caballería, doscientos lanceros de Infantería y cien fusileros, se pusieron al frente de él. Viendo este que iba a ser cortado por todas partes sin esperanza de tomar otra posición, abandonó la que tenía y apoderándose de la casa de campo de San Juanito, se atrincheró en ella, formando su Infantería alrededor y la Caballería en el patio. Al momento previne que se acercase mi ejército, lo que verificado, la Infantería enemiga rompió el fuego a la División que le acometió por el flanco derecho y al que no se contestó hasta pasado un cuarto de hora porque la marcha al frente debía acercarse más; luego que lo ejecutó, el enemigo ordenó en marcha por esta parte su Caballería acometiendo intrépidamente a la Infantería que lo rechazó con un fuego vivo, y auxiliado de la Caballería correspondió uno y otro Cuerpo, con tanto valor que quedó el campo cubierto de cadáveres, escapándose muy pocos, que volvieron a su cuartel.
Como el atrincheramiento del enemigo y los profundos fangales inmediatos a la casa impidiesen que mi Caballería obrase, se dispuso que toda ella formando un circulo se mantuviese firme a distancia de poco más de una cuadra y que la Infantería sostuviese el fuego por los puntos que daba lugar al cerco que rodeaba la casa. Para intimidarlo, y obligarlo a que se rindiese hice incendiar todas las casas pajizas que circundaban el trapiche y la de teja que ocupaba, haciendo marchar una División de Caballería con algunos fusileros y un esmeril, al mando de Runel a tomarle el trapiche.
Este benemérito y valiente ciudadano con la mayor impavidez voló a ello; en el transito despedazó poco menos de cincuenta hombres que por la espalda de la casa, le acometieron; y llenando cumplidamente mis órdenes, se mantuvo firme en aquel punto haciendo fuego hasta las seis de la noche, en cuya hora y por evitar más efusión de sangre, y a pesar de que el enemigo se presentó con bandera negra, significativa de la guerra a muerte, y del Bando que publicó a la entrada a esta ciudad, cuya copia fijada por él en la plaza, acompaño, hice batir la de paz, y conducirla por uno de mis soldados a su campo. Vista por su jefe, salió a este apresuradamente contestando, que él era el comandante y que yo propusiese los tratados.
Al instante le oficié, ofreciéndole que él y su oficialidad, serían mirados con decoro y remitidos a disposición del Exmo. Sr. Presidente, Jefe Supremo de la República, que su tropa se agregaría a la mía, y que los paisanos que le acompañaban quedarían en libertad; pero que si se denegaba a cualesquiera de estos puntos llevado de su capricho, las armas terminarían la lucha; accedió a ellos por medio de un parlamentario […] En esta gloriosa fatiga sostenida solamente por el entusiasmo y valor de los virtuosos habitadores del Cauca contra más de trescientos cincuenta hombres de línea bien armados y atrincherados, se han distinguido los ciudadanos, Jefe del Estado Mayor, Juan María Álvarez, a la cabeza del ala derecha; Juan Runel que hacía de comandante de la División en la izquierda; el capitán comandante del Cuerpo José Ignacio Rengifo; el capitán de Infantería Juan Antonio Solano y el de la misma Camilo Mendoza; el de Caballería Juan María Ledesma; el teniente de ella Juan José Serrano que salió gravemente herido; el subteniente de Infantería José María Guzmán, también herido en una mano; los soldados distinguidos ciudadano Rafael Echeverri y José Barona; el español Agustín de la Viña y Bautista Rengifo.
[…] Salud y Libertad, Cuartel General de Buga, septiembre 29 de 1819= Joaquín de Ricaurte = Sr Secretario de la Guerra en el Ejército de la República de Santafé.
En octubre de 1819, tanto Miguel Rodríguez como Silvestre Delgado, fueron fusilados en Cartago [3]. Como se puede apreciar, los dos informes militares en el campo de la batalla son coherentes y destacan cómo Juan María Álvarez, Juan Runel y Joaquín Bermúdez, al mando de las milicias campesinas fueron los artífices principales de la victoria en San Juanito. Este triunfo unido al de El Guanábano en ese septiembre de 1819 significaron la liberación del Valle del Cauca y la unión de todos los estamentos sociales en pos de una causa común. Fue esta gesta el origen del concepto de vallecaucanidad ya que en las Ciudades Confederadas de 1811 solo habían participado los criollos y citadinos mientras las mayorías, los campesinos y las castas habían permanecido marginados.
En momentos en que se conmemora la Independencia de 1819 y nos hablan con el mismo discurso de hace cien años de las gestas del altiplano cundiboyacense, el discurso hegemónico y centralista quiere hace creer que por el Valle del Cauca pasó la Ruta Libertadora. No. Los vallecaucanos se dieron su propia liberación. Cuando llegó Manuel Valdés en 1820, liberó al Cauca y el territorio vallecaucano fue la base de operaciones para las futuras campañas de liberación de Quito, Perú y Bolivia.
Notas.
[1] Mercado, Clemente, La batalla de San Juanito, Revista El Gráfico, año IX, N°s. 497 y 498, Bogotá, 27 de septiembre de 1919, pp. 374-375.
[2] Gazeta de Santafé de Bogotá N° 11, 17 de octubre de 1819, pp. 42-44.
[3] Castrillón, Diego (1971), Manuel José Castrillón. Memorias y biografía, Tomo I, Biblioteca Banco Popular, p. 173.