Ciencia frente a conspiraciones
Artemis y el lado oculto de la Luna: entre mitos persistentes y revelaciones científicas
Durante décadas, el llamado “lado oscuro” de la Luna ha alimentado una colección tan fascinante como infundada de mitos: bases extraterrestres escondidas, tecnologías secretas e incluso la idea de que nuestro satélite sería una gigantesca nave espacial hueca.
Sin embargo, la ciencia ha desmontado una a una estas narrativas, mostrando que el misterio lunar no está en lo oculto, sino en lo aún no comprendido por completo.
Primero, un dato clave: el lado oculto no es oscuro. Recibe la misma luz solar que el visible; simplemente nunca lo vemos desde la Tierra porque la Luna rota de forma sincrónica, mostrando siempre la misma cara.
Segundo, tampoco es un territorio inexplorado: ha sido fotografiado y mapeado por múltiples sondas, revelando una superficie más antigua y plagada de cráteres, pero sin rastro alguno de actividad extraterrestre o secretos encubiertos por gobiernos.
Conspiraciones
Las teorías conspirativas asociadas al lado oculto —como las dudas sobre los alunizajes del programa Apolo basadas en sombras, cráteres “inconsistentes” o ausencia de estrellas en las fotografías— también han sido refutadas mediante principios físicos simples y evidencia directa: retrorreflectores instalados por los astronautas siguen devolviendo señales láser desde la Tierra, un testimonio irrefutable de su presencia en la superficie lunar.
Estudios
Mientras los mitos se desvanecen, nuevos descubrimientos científicos aportan un paisaje mucho más intrigante que cualquier conspiración.
Un reciente estudio publicado en la revista Nature revela que el polo sur lunar podría ser el archivo geológico más importante de la historia temprana de la Luna.
La colosal Cuenca Aitken del Polo Sur —el cráter de impacto más grande y antiguo del satélite— habría sido formada por un asteroide que llegó desde el norte, no desde el sur como se creía.
Ese impacto expulsó materiales del profundo manto lunar y los depositó precisamente en la región donde planean aterrizar los astronautas de Artemis.
Esta zona podría guardar pistas cruciales sobre el antiguo océano de magma que cubrió la Luna joven y explicar por qué el lado cercano es tan diferente del lado oculto.
Elementos radiactivos como el torio y los componentes del misterioso conjunto KREEP parecen distribuirse de forma desigual, una huella química que Artemis intentará descifrar con muestras físicas por primera vez.
Más allá de los mitos, lo que realmente aguarda en el polo sur es la posibilidad de reconstruir el origen violento y ardiente de nuestro compañero celeste.