Las mujeres volvieron a reír, a cantar y a descansar del peso cotidiano
“Shakira: el concierto que le devolvió el respiro a Cali”
Por un fin de semana, Cali se vistió de brillo, de risas, de amistad y de canciones compartidas. La llegada de Shakira con su tour Las mujeres ya no lloran no fue solo un espectáculo: fue un desahogo colectivo.
Todos hablan de los beneficios económicos que dejó el concierto pero en una ciudad agobiada por la rutina, las deudas, el tráfico, la inseguridad y los problemas del día a día, la verdadera ganancia estuvo en las miles de personas que encontraron en esa cita con la música una razón para respirar distinto, para sentirse parte de algo alegre, femenino y poderoso.
Durante días, los grupos de amigas se organizaron como si prepararan una boda: escogieron los looks, coordinaron los maquillajes, compartieron memes y hasta playlists con las canciones que querían gritar a todo pulmón.
En los salones de belleza se hablaba más de “qué me pongo para Shakira” que de cualquier otra cosa. Hubo madres que, por primera vez en mucho tiempo, dejaron la lista de pendientes a un lado para dedicarse un día entero a ellas, a arreglarse, a sentirse bonitas, a bailar antes de salir.
Maria Alejandra, una joven profesional, lo resume así: “Nos reunimos cinco amigas que no nos veíamos hace meses. Una compró las boletas con su tarjeta de crédito, otra nos maquilló, otra se encargó de las uñas. Fue un plan entre mujeres, lleno de complicidad. Cantamos, lloramos, saltamos, y al final, todas dijimos lo mismo: nos hacía falta esto. Nos hacía falta sentirnos vivas”.
Esa noche, el estadio se convirtió en un espejo de emociones: hijas abrazando a sus madres al ritmo de Antología, parejas que se reconciliaban entre versos, grupos de mujeres que coreaban Monotonía como un mantra de liberación.
Cada canción era una terapia en movimiento, una forma de cerrar heridas y abrir otras nuevas, pero desde la risa.
En las gradas no había jerarquías. Todas eran cómplices de una misma historia: la de una mujer que aprendió a convertir el dolor en arte y que, sin proponérselo, hizo que miles de personas hicieran lo mismo.
Shakira no solo cantó, sanó. Le devolvió a Cali su capacidad de emocionarse sin reservas.
“Estas presentaciones le hicieron mucho bien a la salud mental de las personas, hace bien para emocionarse, para permitirse soltar problemas, tusas, duelos. Permitió, sobre todo, que muchas mujeres tuvieran un espacio para ellas solas, sin hijos, sin marido, darse un gusto, invertir en ellas, disfrutarse. Lo que generó en el orgullo y sentido de pertenencia por la ciudad es un bálsamo para que los caleños dejemos de sentirnos perdedores y darle valor a lo que podemos hacer, que aquí sí puede pasar algo. Sirvió para que los grandes productores de conciertos entiendan que Cali responde si es algo de este nivel” aseguró Hroy Chávez, empresario de eventos.
Y es que cuando terminó el concierto, la gente no quería irse. Afuera, los taxis estaban llenos de voces roncas y corazones livianos. No era solo un evento musical: era un pequeño acto de resistencia emocional. Un recordatorio de que, en medio del caos, siempre habrá un lugar —una canción, una amiga, una pista de baile— donde la vida vuelve a tener sentido.
Carlos Fernández, CEO de QRBoletos, operador de la Arena USC, recordó que “un estudio de la Universidad de Goldsmith, encargado por la empresa O2, sugiere que ir a conciertos puede alargar la vida, incrementando el bienestar, la autoestima y la estimulación mental, lo que podría extender la esperanza de vida hasta en nueve años. El estudio encontró que solo 20 minutos de música en vivo pueden aumentar el bienestar general en un 21%, la autoestima en un 25% y la estimulación mental en un 75%”.