Las personas están atravesando momentos difíciles en estos tiempos
Cuando el alma duele: por qué todos sentimos que algo se rompe por dentro
No estás sola si últimamente has sentido que todo pesa más. Que te cuesta levantarte.
Que lloras sin razón o te cuesta disfrutar lo que antes amabas.
No estás loca si te sientes desconectada del mundo, de los demás, de ti misma.
Hay algo más grande ocurriendo. Y no es solo individual. Es colectivo. Es energético. Es del alma.
Vivimos tiempos extraños. Tiempos donde las estructuras antiguas se caen, donde las verdades ya no convencen, donde las máscaras ya no sostienen.
El sistema colapsa, los vínculos cambian, el planeta llora y las emociones estallan.
Y mientras afuera todo se acelera, por dentro algo pide pausa, verdad, raíz.
Muchas personas están atravesando procesos profundos: duelos, rupturas, enfermedades, ansiedad, crisis existenciales.
Y lo más desconcertante es que no siempre hay una causa “lógica”.
Es como si la vida hubiera decidido sacudirnos el alma para recordarnos lo que de verdad importa.
Como si todo lo no resuelto, lo negado, lo reprimido… hubiera decidido salir a la superficie.
Desde una mirada energética, lo que estamos viviendo es una gran purga colectiva.
Un proceso de depuración emocional y espiritual que afecta a millones al mismo tiempo.
Es como si estuviéramos atravesando un túnel oscuro y estrecho que nos obliga a soltar lo viejo para poder pasar al otro lado.
¿Por qué tanto dolor ahora?
Porque por mucho tiempo lo ignoramos. Vivimos anestesiados por la rutina, la productividad, el consumo, la imagen.
Acostumbrados a escapar de lo incómodo con distracciones rápidas. Pero el alma no olvida. Y cuando el ruido de afuera se vuelve insoportable, empieza a gritar desde adentro.
Muchos están viviendo lo que podríamos llamar “noche oscura del alma”: ese momento donde todo pierde sentido, donde te cuestionas todo, donde sientes que te rompes… pero en realidad estás renaciendo. Duele, sí.
Porque crecer duele. Despertar duele. Soltar lo que ya no vibra contigo, duele. Pero es necesario.
Estamos dejando atrás una versión vieja de nosotros. Más controlada. Más complaciente. Más dormida.
Y eso genera caos. Porque la transformación no es romántica. Es cruda. Es incómoda. Es real.
El cuerpo también lo siente
Esta limpieza energética no solo se vive en lo emocional.
El cuerpo lo refleja. Dolores inexplicables, fatiga crónica, insomnio, palpitaciones, crisis de llanto o ansiedad.
No es enfermedad: es la energía reacomodándose.
Tu cuerpo es el recipiente de todo lo que no has dicho, no has llorado, no has perdonado.
Y ahora, en este tiempo de grandes movimientos planetarios y transformaciones colectivas, todo eso se está moviendo.
No para castigarte, sino para liberarte.
Es como si la vida te dijera: “No puedes seguir igual. No puedes seguir cargando lo que no te corresponde. No puedes seguir callando lo que necesita ser dicho.” Y entonces te desarma. Para que te reconstruyas más fiel a ti.
Estamos quemando lo que ya no somos
Las emociones intensas que sentimos hoy —ira, tristeza, soledad, desesperanza— no son el problema. Son la puerta.
Son la reacción natural de un alma que está volviendo a casa. Lo que duele no es el cambio, sino la resistencia al cambio.
Lo que agota no es el proceso, sino luchar contra él.
Estamos dejando morir versiones nuestras que fueron necesarias, pero que ya no tienen sentido.
Roles, máscaras, vínculos, hábitos. Y eso da miedo. Porque lo nuevo aún no se ve claro. Pero lo viejo ya no cabe.
Es un vacío sagrado. Un umbral. Un antes y un después. Y aunque parezca que estás sola, millones de almas están transitando lo mismo.
¿Qué hacer cuando todo se desmorona?
No se trata de arreglar todo ya. Se trata de escuchar. Sentir. Rendirte al proceso. Aquí algunas claves:
Permítete sentir sin juicio. No etiquetes tu tristeza como debilidad. Es sabiduría emocional.
Cuida tu energía. Aléjate de ambientes, personas o contenidos que drenen tu alma.
Descansa de la exigencia. No estás aquí para producir. Estás aquí para vivir, crecer, amar.
Honra tus ciclos. Como la luna, hay momentos para brillar y otros para recogerte.
Conecta con tu cuerpo. A través del arte, del movimiento suave, de la respiración.
Escribe. Llora. Suelta. Vacía el alma como quien limpia una casa vieja para habitarla de nuevo.
Estás despertando, no cayendo
Lo que parece ruina, es limpieza. Lo que parece soledad, es retiro. Lo que parece final, es comienzo.
Este momento de la humanidad no es el colapso. Es el parto. Estamos en medio de contracciones energéticas, emocionales y espirituales.
Y sí, duele. Pero del otro lado hay una nueva forma de habitar el mundo. Más consciente. Más amorosa. Más real.
Estás siendo convocada a recordar quién eres sin las capas, sin las prisas, sin los “deberías”.
Y ese despertar no es cómodo… pero es sagrado.
Así que si hoy te sientes rota, recuerda esto: tal vez no estás rompiéndote. Tal vez estás liberándote.
Y eso, aunque duela, es el acto más luminoso del alma.