Donde está la tía que saluda a todos y manda un ramito de flores

Manual para sobrevivir al grupo de WhatsApp familiar

Foto: Pexels
jueves 30 de octubre, 2025

Hay una selva digital donde no se aplican las leyes del silencio ni de la lógica moderna. Un territorio donde los memes nacen, mueren y resucitan cada semana.

Donde las discusiones políticas se disfrazan de mensajes con oraciones y emojis de palomas. Ese lugar tiene nombre: el grupo de WhatsApp familiar. Entrar es fácil. Sobrevivir, otra historia.

Todo comienza con un mensaje inocente. La tía madrugadora manda una foto con un ramo de rosas y el texto “Buenos días, familia, bendecido jueves”.

Apenas son las 6:13 de la mañana. A los tres minutos, la abuela responde con otro mensaje similar, pero de flores distintas, y alguien más envía un video de 4 minutos con música de saxofón y frases como “Dios multiplica lo que compartes”.

Así arranca la cadena interminable de saludos. No importa si es lunes o domingo: en el grupo familiar siempre es un buen día para enviar algo.

Y aunque silencies las notificaciones, de alguna manera tu teléfono vibra igual.

Luego están los personajes clásicos. Está la tía motivadora, que manda frases tipo “Si lo sueñas, lo logras” acompañadas de un panda con glitter.

El primo desaparecido que solo aparece cuando necesita algo. El papá que envía memes de 2016 con risas escritas en mayúsculas.

Y la mamá que escribe como si estuviera dictando una carta formal: “Hola hijo, espero que estés bien, te comento que hoy almorzamos lentejas. Saludos cordiales.”

Cada familia tiene su fauna digital. Algunos intentan mantener la paz, otros incendian el grupo con temas políticos, y otros solo observan el caos con la tranquilidad del que ya aceptó que esto es para siempre.

En los grupos familiares, las discusiones no terminan: mutan. Empiezan con algo tan simple como una foto del almuerzo y terminan con debates sobre economía, religión o vacunas.

Alguien dice “respetemos las opiniones” y justo ahí empieza la guerra. El silencio posterior puede durar horas, días o semanas, hasta que otra tía rompe la tensión con un sticker de Piolín y corazones.

Esa es la diplomacia digital en su máxima expresión.

¿Cómo sobrevivir?

Hay estrategias de supervivencia que todo miembro veterano aprende. La primera: nunca respondas de inmediato. Si lo haces, quedas atrapado.

La segunda: cuando alguien pida opinión sobre algo sensible, responde con un emoji neutral, preferiblemente el del pulgar arriba.

Y la tercera: nunca, jamás, intentes salirte del grupo. Porque si lo haces, recibirás llamadas, mensajes privados y la frase más temida: “¿Te molestó algo?”.

No hay escapatoria elegante. Es más fácil cambiar de número que enfrentar el drama familiar de una salida.

El cariño desordenado

A pesar del caos, hay momentos entrañables. Cuando alguien cumple años, el grupo se llena de felicitaciones, fotos viejas y recuerdos.

Cuando alguien está enfermo, todos envían bendiciones, recetas y oraciones. Y cuando pasa algo importante, ese grupo es el primer lugar donde la noticia viaja.

Es desorganizado, ruidoso y, a veces, exasperante. Pero también es una forma de cariño desordenado.

El grupo familiar no es solo un chat: es un espejo digital de lo que somos. Una mezcla de generaciones intentando comunicarse con códigos diferentes.

Un espacio donde lo antiguo y lo moderno conviven a punta de stickers y cadenas.

Y aunque a veces queramos silenciarlo para siempre, sabemos que, si un día desapareciera, algo en nosotros también quedaría en silencio.

Porque detrás de cada “Buenos días” con rosas hay alguien que, a su manera, nos está diciendo: “Estoy aquí, pensando en ti”. Y eso, aunque suene cursi, vale más que todos los memes repetidos del mundo.

Este artículo fue elaborado por un periodista del Diario Occidente usando herramientas de inteligencia artificial.


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