Lo esencial es invisible a los ojos

La Magia del Crochet: Historias detrás del Tapiz de Coltabaco

lunes 28 de octubre, 2024

He relatado el desarrollo del proyecto Tejido Social por el Medio Ambiente desde que era solo una idea, un boceto en un papel y unas instrucciones de crochet que solo los expertos comprendían.

La primera nota que escribí fue por apoyar lo que me parecía una locura de mi profesora de pintura, Amelia Rosa Marín, quien soñaba con regalarle a Cali un tapiz de 10 metros por 5, compuesto por 4.800 grannies.

No voy a entrar en los detalles, quienes quieran conocer la historia completa pueden hacerlo haciendo clic aquí.

Hoy quiero centrarme en la reacción de los caleños que visitan la exhibición en Coltabaco. Lo primero que los atrae es el tamaño del tapiz, seguido por el asombro de saber que está hecho a mano.

Pero lo que realmente los emociona es la historia detrás de su creación. He pasado largas horas en Coltabaco contando esa historia.

Empiezo mostrando un grannie y les digo que el tapiz tiene casi 5.000 de estas piezas, todas tejidas en apenas 86 días. La reacción siempre es la misma: una sonrisa incrédula.

Luego les cuento que fue posible gracias a la dedicación de casi 400 personas que se unieron para tejer.

La curiosidad crece y surge la pregunta inevitable: “¿Cómo lo hicieron?” Les explico que mi primera nota tuvo 30.000 lectores, y desde ese día el taller de Amelia se llenó de voluntarios.

Aprovecho para contar mis anécdotas favoritas: cómo Antioquia se unió activamente con grupos de universitarias que aportaron casi 1.000 grannies, o sobre los cabildos del Meta, que tejieron al ritmo del arpa, completando 300 piezas. En ese punto veo expresiones de ternura en sus rostros.

Una de las historias más conmovedoras es la del verde limón. Hablo de una tejedora con capacidad visual muy limitada que se acercó al taller con la gran ilusión de participar. Debido a su condición era capaz de tejer con colores brillantes.



Así, su contribución se convirtió en los vivos toques de verde limón que iluminan el tapiz. Ahí todos levantan la mirada para encontrar ese tono que resplandece. Es una lección sobre la capacidad de aportar que todos tenemos, sin importar nuestras limitaciones.

También les cuento de los ancianos de un hogar en Restrepo que, con la ayuda de sus cuidadores, tejieron pese a sus manos temblorosas.

Para ese momento, muchos de los que me escuchan tienen los ojos llenos de lágrimas y aún no les he contado sobre el paquete que llegó desde un municipio de Cundinamarca con “solo” 8 grannies y una carta que decía: “Nos hubiera gustado enviar más, pero somos muy pobres y no tenemos dinero para el hilo”. Lo más especial de estos momentos es que, casi siempre, me gano un abrazo.

A veces me alejo un poco y observo cómo otras tejedoras viven la misma experiencia con los visitantes. El tapiz es una fuente de inspiración en medio del bullicio que se vive en la zona verde de la COP16.

Otra escena que me conmueve es ver a las tejedoras interactuar con los espontáneos que se animan a sentarse a tejer.

¿Se imaginan a miembros del Batallón de Ingenieros aprendiendo a tejer? Bueno, ese tipo de cosas están pasando en Coltabaco. Los niños a su lado me enternecen; estas mujeres se han ganado nietos adoptivos.

Incluso algunos adolescentes, admirados, comentan: “¡Qué bacano lo que hicieron las viejitas!”. Ante ese tipo de comentarios siempre hay risas…

Sí, vayan a Coltabaco a ver el tapiz, disfruten de la belleza del tapiz, pero sobre todo no pierdan la oportunidad de conocer a las “viejitas”. Tres minutos con ellas, un abrazo, y saldrán con el alma renovada.



De lejos, el tapiz luce majestuoso, armonioso, como una pieza uniforme. Pero al acercarse, se notan las diferencias: cada pieza es única.

Algunos grannies son más grandes, otros están apretados, algunos sueltos, e incluso hay hexágonos deformes.

Durante el ensamblaje hubo quienes pensaron en no incluir estas piezas por “cuestiones de calidad”, pero al final decidieron que todos fueran parte. “No buscamos perfección, sino participación”, determinaron.

El tapiz nos enseña que no necesitamos ser perfectos ni iguales para construir una sociedad en armonía. Arrímense al tapiz con los ojos de El Principito y recuerden: “lo esencial es invisible a los ojos”.

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