Empiezan con “te lo explico rápido”

Diagnóstico: adicción al voice note

Foto: Pexels
jueves 30 de octubre, 2025

Hay una nueva pandemia emocional y no tiene que ver con virus, sino con audios. Los voice notes se han convertido en el nuevo idioma de la era digital.

Son confesiones, catarsis, declaraciones, peleas y terapias gratis. Empiezan con “te lo explico rápido” y terminan en una novela de seis minutos donde uno respira, reflexiona y hasta cambia de tema.

Si alguna vez has grabado un audio y te has sentido locutor de radio nocturna, este diagnóstico es para ti.

Los audios nacieron para simplificar la comunicación, pero terminaron convirtiéndose en su propio género literario.

Hay audios con trama, clímax y cierre. Hay quien mete risas, silencios dramáticos o hasta música de fondo.

Algunos duran tanto que deberían tener capítulos. Escucharlos a 1.5x ya no es falta de respeto: es instinto de supervivencia.

Existen distintos tipos de adictos al voice note. Está el filósofo, que no puede mandar un audio de menos de tres minutos porque todo le parece profundo.

El romántico, que usa los audios para decir lo que no se atreve a escribir. El dramático, que necesita al menos una pausa de respiración para enfatizar.

Y el multitareas, que graba mientras cocina, maneja o camina por la calle, generando una banda sonora de bocinas y ollas que ningún oyente pidió.

Pero los voice notes también son confesionales modernos. Decir algo en voz alta, aunque sea al celular, tiene un efecto terapéutico.

Uno se escucha y entiende lo que siente. Por eso, cuando mandamos un audio largo, no buscamos solo ser oídos: buscamos escucharnos.

A veces no queremos consejo, solo compañía auditiva. En el fondo, enviar un audio es una forma de decir: “Necesito que estés ahí, aunque no hables”.

Por supuesto, el exceso tiene consecuencias. Todos tenemos a alguien que manda audios como si grabara podcasts. Gente que te cuenta su día completo sin cortes, con efectos de sonido incluidos.

Y también están los que responden con un emoji después de escuchar 8 minutos de desahogo. Dolorosa asimetría emocional.

Sin embargo, los audios tienen su magia. Nos devuelven algo que los mensajes escritos perdieron: la voz humana.

Escuchar el tono, la risa o la pausa de alguien tiene un poder distinto. Es presencia sonora. Y en tiempos de tanta distancia, eso se agradece.

Así que no criminalicemos al voice note. Solo aprendamos a dosificarlo. Que dure lo que dura una emoción, no una película.

Y si vas a enviar uno largo, al menos advierte: “prepárate, esto va para largo”. Quien te quiera, lo escuchará igual, probablemente a velocidad doble, pero con cariño.

Al final, mandar un audio es una forma de amor. Un “te pienso” con voz. Y aunque a veces sature, sigue siendo una de las cosas más humanas que nos quedan en esta era de pantallas.

Este artículo fue elaborado por un periodista del Diario Occidente usando herramientas de inteligencia artificial.


Comments

Otras Noticias