Entre la excitación y el riesgo

Los peligros del sexo extremo: cuando el dolor y el placer se mezclan

miércoles 13 de agosto, 2025

El sexo extremo, también conocido como prácticas sexuales BDSM (bondage, dominación, sumisión, sadismo y masoquismo), ha ganado popularidad en los últimos años.

Aunque para muchas personas estas experiencias representan una fuente de placer, poder y conexión íntima, también pueden implicar riesgos físicos y emocionales importantes si no se practican con responsabilidad y consentimiento.

En este artículo exploramos los peligros del sexo extremo, cómo identificar prácticas de riesgo y qué medidas pueden tomarse para vivir estas experiencias de forma segura.

¿Qué se considera sexo extremo?

El sexo extremo abarca una amplia gama de prácticas sexuales que van más allá del sexo convencional. Estas pueden incluir desde el uso de juguetes sexuales intensos y posiciones arriesgadas, hasta la aplicación de dolor físico como azotes, ataduras, juegos de roles o incluso técnicas de asfixia erótica.

La mayoría de estas prácticas se rigen por los principios de seguridad, sensatez y consentimiento, pero cuando se ignoran estos pilares, las consecuencias pueden ser graves.

Riesgos físicos: cuando el cuerpo dice “alto”

El principal peligro del sexo extremo es el daño físico. Cortaduras, quemaduras, hematomas, desgarros musculares o lesiones en genitales son solo algunos ejemplos.

Una de las prácticas más peligrosas es la asfixia erótica, ya que puede provocar pérdida de conciencia, daño cerebral o incluso la muerte si no se maneja adecuadamente.

Además, el uso de cuerdas o esposas puede comprometer la circulación sanguínea si se aplican de manera incorrecta, y ciertos juguetes sexuales pueden causar infecciones si no están esterilizados.

La intensidad del dolor también puede activar una respuesta de estrés extremo en el cuerpo, debilitando el sistema inmunológico.

Riesgos emocionales: el dolor que no se ve

Más allá del daño físico, el sexo extremo puede desencadenar efectos psicológicos inesperados. Las experiencias intensas pueden reabrir traumas pasados, generar culpa, ansiedad o crear vínculos emocionales confusos si no hay comunicación clara entre las partes involucradas.

En las relaciones de poder desequilibradas, especialmente cuando no hay una negociación explícita de roles, el consentimiento puede volverse difuso.

Esto puede hacer que una persona se sienta presionada a participar en prácticas que no desea realmente, lo cual es una forma de violencia sexual.

Seguridad, consentimiento y comunicación: la clave para evitar riesgos

El consentimiento informado, libre y entusiasta es la base de cualquier encuentro sexual, especialmente en prácticas extremas. Es esencial hablar previamente sobre los límites, establecer palabras seguras (que detengan de inmediato la actividad si se pronuncian) y revisar constantemente cómo se siente cada persona antes, durante y después del encuentro.

También es recomendable recibir educación adecuada sobre las técnicas utilizadas, evitar el consumo de sustancias psicoactivas que alteren la percepción y tener a mano elementos de primeros auxilios básicos.

Aunque el sexo extremo puede ser una fuente de exploración y empoderamiento, nunca debe comprometer la salud física o emocional.

El dolor puede ser parte del placer solo si se vive en un contexto de respeto, seguridad y límites claros.

Si una práctica sexual deja consecuencias no deseadas, físicas o psicológicas, es importante buscar ayuda profesional. La libertad sexual incluye también el derecho a decir “no”, a revisar acuerdos y a construir una vida íntima que sea placentera sin ser peligrosa.

*Este artículo fue elaborado por un periodista del Diario Occidente usando herramientas de inteligencia artificial.


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