Legado mayor: un mural de historia y el “Gato del Río”

Tejadita: centenario de su natalicio

Fotos: Archivo-Diario Occidente
lunes 19 de febrero, 2024

Luis Ángel Muñoz Zúñiga
Especial Diario Occidente

Uno de los sitios más concurridos a donde suelen llegar los turistas a registrar sus fotografías que llevarán como recuerdo de nuestra ciudad, está representado por el Parque de “Los Gatos”, sobre la ribera del río Cali.

Quizá los turistas y los gatofilos caleños, desconozcan el por qué en ese espacio dieciséis gatas de vistosos colores, donadas por importantes artistas, acompañan como novias al gigantesco “Gato del Río”.

Por eso, al cumplirse un centenario del natalicio de Hernando Tejada “Tejadita”, nacido el 1 de febrero de 1924 en Pereira, fallecido el 1 de junio de 1998 en Cali, el Diario Occidente rinde homenaje al artista emblemático, gestor del parque. No era caleño, pero mozo inmigró y se radicó en la “Sucursal del cielo”.

Estableció su residencia y su taller, frente a las otrora aguas diáfanas de nuestro río representativo. Estimó que escuchando las naturales notas musicales fluviales, se inspiraba, manejaba mejor los pinceles y hábil tallaba las finas maderas. Él también se consideró caleño, como lo hicieron, por ejemplo, Jairo Varela, Petronio Álvarez y “Piper” Pimienta, a quienes sí honramos designándoles sitios en su homenaje.

Las esculturas en madera de Hernando Tejada, igual que las pinturas de su hermana Lucy Tejada, engalanaron las primeras exposiciones recién se fundó el Museo de Arte Moderno “La Tertulia”.

Sin embargo, hemos sido ingratos con “Tejadita”. Sí no es por la reciente iniciativa de Ángela Neuhaus, dama alemana que recientemente fundó un museo con cosas personales y obra plástica, “Tejadita” seguiría olvidado, a pesar que los gatofilos disfruten de los maullidos artísticos en la ribera del río Cali.

Arte histórico

Hernando Tejada llegó a Cali en 1937 y estudió en el Colegio San Luis Gonzaga. Después se formó profesionalmente como artista en La Escuela de Bellas Artes y en la Universidad Nacional de Colombia, donde además, dictó la materia de diseño gráfico. “La mujer mesa”, fue una de las primeras esculturas en madera que Hernando Tejada expuso en el Museo de Arte Moderno La Tertulia.

También, su obra “Manglares”, con que homenajeó al Pacífico y engalanó otra de las salas. “Tejadita”, consciente de que las importantes misiones de los artistas es plasmar en su obra el pasado cultural, las costumbres y los aconteceres sociales, pintó un gran mural con la historia caleña.

Cuando el tren aún era otro importante medio de transporte y los caleños ingresábamos a la estación a comprar los boletos, nos encontrábamos con el gran mural que pintó Hernando Tejada y que sintetiza la historia de Santiago de Cali desde la época precolombina. Afortunadamente, gracias a una campaña ciudadana que exigió la restauración del gran mural, después de ser expoliado tras una demolición autorizada por la administración, que iniciaba su destrucción, pero que no concluyó el atentado contra el patrimonio artístico.

“El Gato del Río”, es su otra obra icónica que, desde el 3 de julio de 1996, admiramos: imponente, esculpida en bronce, de tres metros y medio de altura y tres toneladas de peso. Varios artistas, apoyando su gran obra, le donaron 16 gatas novias luciendo vistosos colores al “Gato del Río”. Además que legado, su obra complementa la triada icónica de Cali: Monumento a Jovita, Plaza “Jairo Varela” y su “Gato del Río”.

Artista polifacético

Hernando Tejada recibió genéticamente de sus padres el gusto y el talento artístico. Su padre era un comerciante que importaba adornos, floreros y objetos con finos dibujos, que satisfacían la curiosidad infantil del futuro artista plástico. Su madre era retratista. Cuando niño a “Tejadita” le gustaba hacer representaciones teatrales y funciones de títeres en las reuniones familiares. En su juventud dibujó desnudos y siluetas femeninas con técnica de tinta china y retratos con lápiz a carboncillo.

Esos inicios en las artes plásticas los alternaba filmando algunos cortos con su cámara mediana. En los años 60 le colaboró a su amigo Enrique Buenaventura ambientando los escenarios para las obras del teatro Experimental de Cali. Así mismo, ambienta el trabajo pionero del ballet del maestro Brinatti.

Después, innovó el teatro profesional de títeres construyendo los personajes en madera; con “Cocoliche”, viajó por Alemania y otros países europeos. Al regresar al país se dedica al arte pictórico tridimensional con alto relieve en madera. Después, experimenta con esculturas en madera con el tema de la mujer, según la mirada crítica de la profesora de arte Juliane Bambula Díaz, “es un desglosamiento con mentalidad machista de lo femenino en categorías genéricas que es un juego inteligente y satírico alrededor de cierta forma de rustica”. Hernando Tejada vivió sus últimos años en una casa cercana a la de Jorge Isaacs en El Peñón, con muebles impregnados de su huella artística: pinturas en las mesas y dibujos en los asientos.

“Tejadita”, con sus 1:50 metros de estatura, los fines de semana solía sentarse junto a la gran escultura de bronce, como si mimara a su icónico “Gato del Río”.

Los “Manglares”

“Manglares del Pacífico” fue una de sus más concurridas exposiciones que Hernando Tejada hizo en el Museo de Arte Moderno La Tertulia. Germán Patiño, quien fuera su gran amigo desde la infancia, debido a las reuniones de sus familias, por ende, representó su legítimo biógrafo. Germán Patiño, con sus anécdotas nos da pautas para comprender su obra “Manglares”.

En una tertulia de amigos, contó sus primeros recuerdos de Hernando Tejada ubicados en Escocia, una hacienda ganadera del Valle, realizando trabajos en el segundo piso del establo. En “Afirmando el valor de la felicidad” (Hernando Tejada noviembre de 1994), Germán Patiño escribió: “La capital del Valle le reservó una experiencia vital que sería decisiva para la forja de su arte: lo puso en contacto con el mar Pacífico. Tejada vivió por largos periodos en diversas regiones del litoral.

Para él estar rodeado de mujeres bellas era definitivo. Así sentía intacto su sentido del humor que le permitía cada mañana levantarse pensando que era un hermoso día; no importaba que estuviera lloviendo a truenos… hoy sé que la felicidad consiste en pintar y contemplar la belleza; y aún hoy sigo sin haberla alcanzado del todo… como siempre se me escapa de las manos… pretendo una felicidad duradera, sabiendo de antemano que esto es efímero… sé que no es posible tenerlo todo, pero no puedo dejar de intentarlo… no sería hombre si no intentara los imposible (…) Esta especie de manifiesto estético lo conserva Tejada, recortado y como proclama artística, que guarda con celo. Esta proclama también lo retrata como un romántico incurable, enamorado de la felicidad y la belleza”.


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