El tapiz de crochet se une al Litoral

Tejiendo historias en la COP16

Foto: Amelia Rosa Marín
jueves 17 de octubre, 2024

Por: Rosa Maria Agudelo Ayerbe

Uno de los momentos más emotivos del proyecto tejido social fue la instalación en el hermoso edificio Coltabaco en el que estará exhibido el tapiz durante la COP 16.

Amelia Rosa Marín, la artista que inspiró y lideró la iniciativa, ha transitado un camino inesperado con el proyecto ‘Tejido Social’.

El proyecto “Tejido Social” no solo le ha permitido a Amelia cristalizar una obra monumental, unir a 350 tejedoras y tejedores, sino también revivir esos momentos en los que el tejido era más que un simple pasatiempo.

Era una minga, una reunión familiar donde todos, incluso los más pequeños, aportaban su granito de arena.

Para ella, el tapiz fue mucho más que un gran proyecto de tejido; fue un reencuentro con su historia familiar, con las mujeres que la precedieron y con las que le sucederán.

El tejido es para ella una tradición que ha trascendido generaciones. Amelia creció en El Dovio, con su madre y su abuela, quienes le enseñaron desde pequeña el valor del tejido.

En su casa, las agujas eran una extensión natural de las manos femeninas. “Tejer era algo que nos unía”, comenta nostálgica. Las tardes eran de labores.

Las mujeres de la familia se reunían para crear colchas y carpetas, no solo como piezas de hogar, sino como símbolos de unión y afecto.

Además del arte de tejer, esas tardes también eran sinónimo de compartir. Cada vez que se reunían, no faltaba una deliciosa merienda a la que todas aportaban algo. Sus tías y las vecinas llegaban con algo rico: pandebono, bizcochuelo, almojábanas y arepas de choclo, y el café caliente nunca fallaba para acompañar las largas conversaciones.

De una manera mágica, durante 84 días que duró la elaboración del tapiz esa misma costumbre se vivió en el taller de Amelia.

Las tejedoras traían algo para compartir, incluso a veces llegaba un entredía que mandaba alguien que no conocían. “Esos momentos no solo de tejido, son de comunidad, y eso es algo muy valioso porque no solo tejimos el tapiz, tejimos amistades”, cuenta con cariño.

Ese amor por el tejido ha perdurado en Amelia, quien aún conserva las agujas de su madre y su abuela.

Con ellas tejió muchos de los grannies que hoy conforman el planisferio “Me hubiera encantado que mi madre y mi abuela estuvieran aquí”, reflexiona con emoción. “Ellas siempre veían el tejido como una forma de sanar, de estar juntas”.

Un detalle que la conmueve es el uso de la vieja máquina de coser de su madre, que pasó a manos de su hija Nataly.

Esa máquina conecta cuatro generaciones, simbolizando cómo el amor por el tejido y la creación se ha transmitido de madre a hija, y ahora a su nieta, como un legado lleno de historia y significado.

Esa misma máquina, con años de historia, fue la única que sirvió para coser el forro del tapiz. Para Amelia, esa máquina es un símbolo tangible de la presencia de su madre en este proyecto.

Así como ella aprendió a tejer pequeñas piezas para sus muñecas, hoy ve con orgullo cómo sus hijas y su nieta han asumido el tejido como propio, contribuyendo desde distintas partes del mundo.

“El tejido nos ha unido, ha fortalecido nuestros lazos familiares. Ha permitido que tejamos juntas un nuevo capítulo en nuestras vidas” confiesa.

“Tejer es un acto de amor”, dice Amelia. Lo ha sido para ella, y l para las más de 350 tejedoras que se unieron a su causa. Juntas han construido algo más que un tapiz; han tejido una red de afectos que une generaciones y que trasciende fronteras.

Este proyecto ha demostrado que, con algo tan sencillo como una aguja y un hilo, es posible tejer no solo tapices, sino también vínculos profundos, dejando un legado que perdura en la comunidad.

La historia de Amelia, sus recuerdos y el orgullo compartido por sus hijas y su nieta son un reflejo del impacto emocional que este proyecto ha tenido en todas las mujeres que, puntada a puntada, se unieron para regalarle a Cali este hermoso tapiz de crochet.

“Estar en el edificio Coltabaco en la muestra del proyecto Litoral es un orgullo porque para mi el tejido es un arte ancestral que tenemos el deber de pasar de generación en generación. Estar al lado de todo el saber y el amor de nuestros artesanos me conmueve e inspira” concluyó emocionada.

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