Ecoturismo en Parques Nacionales
Preocupa acceso a zonas no autorizadas de los Farallones de Cali
Las visitas a sectores no autorizados de los Farallones de Cali ha generado preocupación en Parques Nacionales, que indicó que los ecosistemas también están en peligro debido al turismo no regulado.
Parques Nacionales recordó que los sectores habilitados para los visitantes son: Pico de Loro, Charco Burbujas y el Cañón del río Anchicayá.
Sin embargo, informó, se han registrado visitas al sector de Pico de Pance, un lugar sagrado desde el punto de vista natural, ya que es una de las zonas más importantes para la producción de agua del parque.
Según la entidad, visitar este sector representa una amenaza para los ecosistemas debido a la mala disposición de residuos y al tránsito por áreas sagradas.
Además, es un riesgo para las personas, pues, en caso de un rescate, las condiciones del lugar podrían demorar varios días.
Por eso, el llamado que hace Parques es a cuidar y comprender que existen áreas de especial protección que no deben ser visitadas.
Los Farallones
Los Farallones de Cali, cuya extensión es de más de 196 mil hectáreas, cuentan con una gran diversidad biológica y alto endemismo, es decir, especies que solo crecen en nuestro país.
El Parque Nacional Natural Farallones de Cali tiene vocación ecoturística, pero es muy importante saber que no todo el parque está abierto al público y actualmente, hay tres sectores permitidos para esta actividad: Pico de Loro (Cali, corregimiento de Pance, sector El Topacio), Charco Burbujas (Cali, corregimiento de Pance, vereda El Pato) y el Cañón del río Anchicayá (Dagua, kilómetro 81 de la antigua vía al mar).
En el resto de los sectores del parque, el ingreso está restringido porque son zonas de conservación estricta o porque no cuentan con condiciones adecuadas para recibir visitantes.
Protegerlas es clave para conservar la vida y el agua que nacen en estos ecosistemas.
Con frecuencia, los guardaparques se enfrentan a comentarios de los turistas como: “A Parques le gusta solo prohibir” o “No se contamina con solo caminar”.
Estos surgen, indica la entidad, cuando se les explica que existen sectores del parque que no se pueden visitar.
Sin embargo, esto no es un capricho, sino que tiene un sustento claro, ya que las zonas habilitadas o restringidas al ecoturismo forman parte del Plan de Ordenamiento Ecoturístico POE del área protegida, el cual define, con base en estudios técnicos y ecológicos, qué sitios pueden recibir visitantes sin afectar la biodiversidad.
Se considera el estado de conservación, la capacidad del ecosistema, la seguridad y la presencia de condiciones adecuadas para la visita.
Parques Nacionales Naturales de Colombia indicó que el ecoturismo es mucho más que visitar un lugar bonito: es una estrategia que contribuye a la conservación de la naturaleza, educa sobre su valor y genera bienestar para las comunidades locales.
A través de actividades como la contemplación, el deporte y el disfrute cultural, el ecoturismo busca que las personas se conecten con los ecosistemas, aprendan a valorarlos y, al mismo tiempo, se generen oportunidades económicas sostenibles para quienes viven cerca de estas áreas protegidas.
Así, cada visita responsable se convierte en un aporte a la conservación y a la misión de la entidad.
Protección
Por eso, Parques Nacionales hace énfasis en la protección de la selva húmeda tropical, los bosques subandinos, los bosques altoandinos y el páramo.
Cada uno de ellos se encuentra a diferentes alturas y albergan gran variedad de plantas y animales entre los cuales se destacan: el Gallito de roca (Rupicola peruviana), la Pava caucana (Penelope perspicax), el Águila real de montaña (Spizaetus isidori), la Rana venenosa de Lehmann (Oophaga lehmanni), el Oso andino (Tremarctos ornatus), el Puma (Puma concolor) y en octubre del año pasado, después de 50 años, se avistó la imagen de un jaguar.
En los bosques habitan colibríes y árboles que se han adaptado a la humedad y al frío.
Finalmente, en las zonas más altas, por encima de los 3.500 metros, se encuentra el páramo. Aunque parece un lugar solitario, es vital: funciona como una fábrica natural de agua que abastece a Cali y a muchas otras comunidades.
El oso andino (Tremarctos ornatus) es una especie que solo se encuentra en América del Sur. Crédito: Luis Arley Muñoz Sarmiento, guardaparques del PNN Chingaza.
Estos ecosistemas son valiosos no solo por su biodiversidad, sino también porque prestan servicios esenciales: abastecen de agua todos los días a las personas, ayudan a mantener el clima, protegen el suelo y son el hogar de muchas especies en peligro de extinción.
De ahí las restricciones en algunos sectores del parque, no porque se quiera prohibir el acceso, sino porque su función ecológica es tan importante que necesitamos protegerlos con mayor rigurosidad.
Esta área abastece de agua a miles de personas en Cali y otras poblaciones, gracias a que en sus lagunas y nacimientos de agua se da el ciclo hídrico sin interrupciones.
En años anteriores, el ingreso irregular de visitantes generaba una alta afluencia de personas que acampaban, encendían fogatas, dejaban basura e incluso desechos fisiológicos como orina y excremento, lo que afectaba directamente un recurso vital que todos usamos: el agua.
Además, es un lugar con alta fragilidad ambiental y baja capacidad de rescate: en caso de una emergencia en lugares como Pico Pance, los organismos de socorro han evaluado que la capacidad de respuesta es muy limitada.
El terreno es escarpado, con pendientes pronunciadas, alta humedad y señal de comunicación nula.
En estos terrenos no es posible realizar un rescate aéreo, ya que los fuertes vientos y la formación rocosa de la montaña representan un alto riesgo para las hélices de los helicópteros.
Llegar hasta una persona accidentada podría tardar horas o incluso días, lo que pone en riesgo la vida tanto del visitante como de los rescatistas.
Por eso, más que prohibir, buscamos prevenir accidentes y proteger un entorno frágil e irremplazable.
Cuando se habla de proteger lo “intangible”, nos referimos precisamente a eso que no se ve, pero que sentimos y necesitamos: el aire puro, el agua limpia, el equilibrio del clima, la espiritualidad de los territorios, y el bienestar que nos brinda la naturaleza cuando está sana. Por eso, más que prohibir, queremos invitar a cuidar.
No todo lugar debe convertirse en destino turístico, algunos existen para preservar la vida en todas sus formas.
Impactos
Los residuos abandonados, como plásticos, latas, envolturas de comida o ropa, alteran el paisaje natural y, además, representan una amenaza para la fauna.
Algunos animales pueden ingerir estos residuos por error, lo que afecta su salud, dificulta su movilidad e incluso puede causarles la muerte.
El pisoteo fuera de los senderos y la instalación de carpas sobre la vegetación destruyen la cobertura vegetal, lo que genera erosión del suelo y afecta a las plantas endémicas que demoran mucho tiempo en crecer y que solo existen en estos ecosistemas de páramo.
Estas acciones, aunque parezcan pequeñas, tienen consecuencias acumulativas que degradan seriamente un ecosistema que cumple funciones vitales, como la regulación del agua, el almacenamiento de carbono y la regulación del clima.
Cuidar los ecosistemas es también cuidar nuestra propia vida. Podemos conservar empezando por informarnos antes de visitar un área natural, respetar las señales, no ingresar a zonas restringidas y seguir siempre las recomendaciones de las autoridades ambientales.
Cada acción cuenta: llevarnos nuestra basura, no encender fogatas, no extraer plantas ni animales y, sobre todo, entender que hay lugares donde no debemos estar, no porque se nos prohíba, sino porque su valor natural y espiritual requiere protección.
La invitación es a ser parte de la conservación, a visitar con conciencia, a dejar una huella positiva y a contarle a otros por qué es importante cuidar los lugares que nos dan agua, vida y equilibrio.