Cali, abril 10 de 2025. Actualizado: miércoles, abril 9, 2025 23:05

Célimo Sinisterra

Agustina, la bella indomable de Tadó, Chocó

Célimo Sinisterra

Durante los 349 años de la gran maafa o holocausto, la vida de los negros esclavizados carecía de valor. Eran tratados peor que los animales, sometidos a las peores condiciones de avasallamiento. Para las comunidades emergentes, estos horrores pueden parecer escenas de películas, pero fueron realidades brutales. Cualquier capataz o esclavista podía disponer de la vida de un esclavizado sin recibir castigo, y en el “mejor” de los casos, incluso era felicitado.

El abuelo de mi abuelo, Juan Isidro Sinisterra, fue sacado de Mali, África, y esclavizado en la hacienda La Bolsa, propiedad de José Rafael Arboleda, padre del genocida Julio Arboleda. Nació en el caserío El Pisindé, corregimiento de Santa María, en Timbiquí. Contaba que una de las prácticas más humillantes era el cambio de nombre, cultura y apellidos. Los esclavistas obligaban a sus negros a llevar sus nombres y apellidos, especialmente si eran mulatos nacidos de una violación. Por eso, hoy es común encontrar negros con apellidos como Sabater, Banguera, Ramos o García Sinisterra.

Durante la esclavitud, a los negros les coartaban la capacidad de autodeterminación, pensamiento y toma de decisiones. Sin embargo, en medio de tanta humillación, hubo hombres y mujeres que desafiaron esas prácticas, aprendieron a leer y a escribir, y resistieron. Hoy hablaremos de una de ellas: una heroína insoportablemente bella e inteligente que nació en lo que hoy es el municipio de Tadó, Chocó.

Agustina, sí; simplemente Agustina

Agustina nació en 1795. Poseedora de una gran belleza, enloquecía a sus admiradores, entre ellos muchos esclavistas que querían poseerla. Sin embargo, fue el capataz Miguel Gómez quien, valiéndose de su poder, logró seducirla coercitivamente y la llevó a una barraca, donde quedó embarazada.

En esa época, para un esclavista, tener un hijo con una esclavizada y reconocerlo constituía un escándalo que afectaría su moral y prestigio. Por esa razón, Gómez obligó a Agustina a abortar, pero ella se negó. Como castigo, la sometió a crueles torturas, azotándola con tal brutalidad que horas después perdió al bebé. Quedó maltrecha y lánguida, pero una esclavizada de apellido Salinas la ayudó a recuperarse.

Cuando sanó, Agustina tomó una decisión impensable para una esclavizada y, aún más, para una mujer. Demandó a su amo ante el juez Álvarez Pino y el gobernador José Michaeli. Sin embargo, estas autoridades, protectoras de los esclavistas, fallaron a favor de Miguel Gómez, quien solo recibió una leve amonestación.

Herida por la injusticia, Agustina decidió tomar justicia por su propia mano. Incendió la casa de su esclavizador junto con otras propiedades cercanas y, además, lideró una revuelta de mujeres esclavizadas en su lucha contra el yugo que representaba ser una mujer afro en Colombia.

Así como Agustina, hubo muchas heroínas cuyas historias han sido invisibilizadas. Mujeres que enfrentaron el látigo y el abuso sin miedo, desafiando el poder de sus opresores, incluso a costa de sus vidas.

Hoy, el recuerdo de esta valiente negra se encuentra inmortalizado junto a Barule en un monumento en Tadó, permitiendo que las nuevas generaciones investiguen y valoren la historia de los negros que, con su valentía, fueron clave en la lucha por la abolición y la independencia en Colombia.

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jueves 20 de marzo, 2025
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