Cali, febrero 5 de 2025. Actualizado: martes, febrero 4, 2025 22:30

Mariluz Zuluaga Santa

Aterra el crecimiento de las estadísticas de feminicidios

Mariluz Zuluaga Santa

El lunes 22 de enero, un atroz feminicidio sorprendió a los habitantes de La Unión, al norte de nuestro Valle del Cauca. La víctima, Diana Carolina Serna, una mujer de 37 años, madre de dos hijas, fue perseguida ese día, machete en mano, por Hernando de Jesús Suárez, su excompañero sentimental; el drama lo muestra un video que circula en redes sociales. El sujeto, quien tenía antecedentes de violencia intrafamiliar y extorsión, tenía un permiso carcelario de salida por 72 horas.

Lamentablemente, Diana pasó en este 2024 a ser un nombre más en las estadísticas del Instituto de Medicina Legal que, transcurridos solo 23 días de enero, registra nueve feminicidios en el país: cinco en Atlántico, uno en Antioquia, uno en Santander y dos en el Valle del Cauca.

El año anterior, el Instituto refirió, entre enero y septiembre, 410 feminicidios con un aterrador promedio de 52 mensuales. Antioquia aparece en primer lugar con 67 víctimas, seguida de Bogotá con 46 y el deshonroso tercer lugar lo ocupó nuestro departamento con 45 casos. Sin embargo, el Observatorio Colombiano de Feminicidios, organismo social que hace un seguimiento riguroso a la publicación de estos casos, anotó 525 durante 2023.

Aún estremecidos por el crimen de Diana, en la mañana del pasado domingo 28 de enero, supimos que las autoridades de Medellín encontraron en una maleta el cuerpo de Isabella Mesa Sánchez, de solo 19 años; el presunto feminicida es el soldado Sebastián Villegas Córdoba, su compañero sentimental.

Es frecuente que los victimarios estén en el círculo íntimo de las mujeres; un estudio mundial hecho en 2014 por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Unodc, señala que la mitad de ellas son víctimas de personas cercanas, mientras que los hombres son asesinados por desconocidos.

Pero la violencia machista no siempre llega al feminicidio, ni deja huellas físicas porque los hombres la ejercen de diferentes maneras (psicológica, económica, patrimonial, física y sexual) para controlar, subordinar, dominar y evitar que las mujeres de “su propiedad” se rebelen y escapen del sometimiento.

El acoso sexual, como el padecido recientemente por destacadas periodistas colombianas, no ocasiona lesiones físicas; tal vez por esa razón, sus denuncias fueron minimizadas y desestimadas por las autoridades. Esa desatención del Estado se traduce en impunidad y cero protección. La falta de castigo penal conlleva, además, la ausencia de sanción social y familiar; por consiguiente, es caldo de cultivo para la repetición de conductas masculinas violentas.

¿Qué hacer para que las mujeres vivamos en paz?

Sin duda, luchar contra la violencia hacia las mujeres es un principio y un deber de la humanidad, pero se requiere transformación social y justicia estatal.

La violencia de género es un problema estructural favorecido por múltiples circunstancias como las absurdas tradiciones machistas y patriarcales multiplicadas en hogares donde se crían niños que aprenden a repetir los patrones nocivos en contra de las mujeres: desde la práctica aceptada de micromachismos hasta la ejecución de hechos criminales.

A pesar de que la normatividad para la prevención y castigo de la violencia de género y el feminicidio está contenida en las leyes 1257 y 1761, conocida esta como Rosa Elvira Cely, no parece suficiente porque la impunidad campea.

Pero la única solución tampoco puede ser la cárcel después de cometidos hechos irreparables. Se requiere evitarlos mediante una auténtica transformación social que involucre a los hombres desde su infancia; implica, también, cambios culturales, sensibilización, formación con enfoque de género inclusive en las entidades de Gobierno, donde en ocasiones se justifica el feminicidio con argumentos tan obtusos como el uso de ropa “provocadora” o las ocupaciones “non sanctas” entre otros.

Urge, entonces, capacitación de las autoridades para articular acciones, eliminar obstáculos y prestar atención oportuna a las denuncias. Escuchar y actuar a tiempo frena los riesgos y garantiza la protección, la salud, la seguridad y la vida de las mujeres.

Nuestra lucha contra la violencia de género es indeclinable. En Colombia se fortalece la esperanza con la puesta en marcha del Viceministerio de la Mujer, adscrito al nuevo Ministerio de la Igualdad, que apenas comienza la tarea.

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miércoles 31 de enero, 2024
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