Cali, noviembre 27 de 2024. Actualizado: miércoles, noviembre 27, 2024 21:35
Crónica de un viaje periodístico y mi defensa de la prensa libre
Corría el año 2000 cuando llevé un escrito al entonces director del Diario Occidente, Fabio Rodríguez, con la esperanza de que me concediera la oportunidad de escribir en el periódico.
Fabio lo leyó en silencio mientras yo aguardaba frente a él. “Está bueno”, comentó. Luego, moviendo sus cejas y su singular bigote, me sorprendió: “¿Sabías, Rodrigo, que tu papá, Javier, y yo, cuando éramos pelados, nos fuimos a los puños?”
Mi asombro lo invitó a continuar mientras reía: “Sí, fue en una fiesta. Yo le coqueteé a tu tía, su hermana Martha. Era una mujer hermosísima…
Y tu papá, su hermano, resultó ser un celoso y sobreprotector de miedo.” Reí también. “Vamos a publicar tu columna mañana”, agregó. Le agradecí mucho y, justo cuando estaba a punto de retirarme de su oficina, me sorprendió nuevamente: “Sigue mandándola semanalmente para publicarla”.
Fue así como comencé a escribir mi columna semanal de manera ininterrumpida. Han pasado casi ya veinticinco años, durante los cuales la casa editorial del Diario Occidente no solo me ha acogido de manera generosa, sino que jamás me ha censurado, limitado o direccionado escrito alguno. Sin duda, tal libertad impone una gran responsabilidad.
Las más de mil trescientas columnas que he escrito me han convertido en un periodista; no por profesión, pero sí por vocación.
Por esta razón, reprocho y condeno el ataque que recientemente han recibido las mujeres periodistas por parte de la máxima autoridad de la nación. La libertad de expresión y la prensa libre son esenciales para la salud y el funcionamiento de una sociedad democrática, y todos debemos defenderlas con firmeza frente a cualquier censura.