Cali, abril 24 de 2025. Actualizado: miércoles, abril 23, 2025 23:50
Edad, dignidad y gobierno
Cuando niño aprendí que el respeto no se proclama, se encarna… Mi madre, sin necesidad de blandir la correa, supo inculcar en mi hermana y en mí el sentido del respeto.
En el colegio, descubrí que existen dos tipos de profesores: los que infunden respeto con su sola presencia, y los que no.
Entre estos últimos recuerdo particularmente a un pobre infeliz con quien me siento en deuda y a quien debo disculpas por lo que padeció.
En ese entonces, las investiduras o los atuendos que representaban altos cargos eran respetados. Pero hoy, en la era de las redes, donde la inmediatez crítica y mediática desnuda solemnidades y amplifica vilezas, las investiduras por sí mismas no garantizan respeto. Los uniformes, las sotanas e incluso la banda presidencial ya no generan la reverencia de antaño.
La explicación: falta de coherencia entre la hidalguía que representan estas investiduras y los actos innobles de quienes las ostentan.
Pedro Calderón de la Barca sostenía que el respeto surge de la edad, la dignidad y el gobierno.
Pero, ¿Qué es la edad sin sabiduría? ¿Qué es la dignidad sin coherencia al actuar? Y más aún, ¿Qué es el gobierno sin el sentido de la decencia?
El respeto que trasciende el miedo no se puede decretar, ni se obtiene con títulos, ni se hereda desde las urnas.
El respeto se construye a diario con actos, con el ejemplo, con la templanza. Con la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Y si se pierde, ni todos los discursos, ni todas las encuestas, ni todos los “likes” del mundo lo pueden recuperar.
Edad, dignidad y gobierno… sí, pero sobre todo, decencia.