El arte de servir a la gente

Rodrigo F. Chois

Con el maremágnum público repleto de escándalos que hemos padecido en los últimos días, la conclusión –independientemente de que la ideología que profesen los implicados sea de derecha, izquierda o centro- es la de que el quehacer político siempre ha estado en manos de individuos cuya desmedida ambición de hacer dinero y riqueza riñe con la vocación de servicio y con el deseo de buscar el bienestar para la comunidad; dos valores que a mi juicio son los atributos fundamentales de todo buen político que se precie de serlo.

“La política sin principios es el arma de los criminales” sentenciaba hace casi un siglo Gandhi parafraseando a un filósofo inglés, veredicto que choca con el título de esta nota, una frase también de Gandhi.

Siempre llegan las elecciones y surge entonces la cuestión: ¿Cómo hacer para garantizar una verdadera vocación y el compromiso con el servicio público entre el conjunto de aspirantes que se postula? La primera respuesta puede ser de Perogrullo: Educación, y una contestación con más énfasis sería promover una educación cívica sólida que permita cultivar en edades tempranas valores y principios entre los posibles futuros líderes políticos.

La segunda respuesta obviamente tiene que ver con establecer y mejorar los controles de transparencia y rendición de cuentas, no olvidemos que la luz del sol es el mejor desinfectante, y en este tipo de contabilidades la oscuridad es indeseable.

Y por último, fomentar la participación ciudadana y la conciencia política de todos. Por fortuna, con las redes y la inmediatez, los ojos y el criterio ciudadanos pareciera estar en todas partes, aunque con la peligrosa eventualidad de ser engañados.