El inri de los colombianos

Rodrigo F. Chois

Según los evangelios, al momento de la crucifixión de Jesús, Poncio Pilato ordenó clavar un letrero en la parte superior del madero con el acrónimo en latín “Iesus Nazarenus, Rex Iudaeorum” que significa Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos.

Desde entonces, la palabra INRI se emplea en tono burlesco para adjetivar de manera peyorativa una condición. Por ejemplo, los colombianos tuvimos durante mucho tiempo el INRI mundial de narcotraficantes debido al accionar de los carteles de los años setenta y ochenta.

Por mucho tiempo todos fuimos injustamente juzgados hasta que el tiempo, que da y quita, ha sido el único responsable de medianamente borrar esa infame fama colectiva.

Con los recientes deplorables eventos ocurridos en la final de la Copa América en Miami, es muy seguro que le sumemos al viejo calificativo otro nuevo y despectivo INRI a los ojos del mundo.

Y es que no es para menos. Qué desafortunado fue contemplar el mal comportamiento de algunos portadores de nuestra emblemática camisa amarilla.

Entre esos truhanes, increíblemente, no hubo distinción de condición social, edad o preparación educativa. Observamos cómo hordas de desadaptados intentaron colarse en el estadio, destruyendo instalaciones. Fuimos testigos de reconocidos artistas de reguetón mostrando una gaminería difícil de igualar.

Y lo más sorprendente, vimos a un alto dirigente del fútbol nacional protagonizando una bronca que le hizo merecedor del atuendo anaranjado propio de los antisociales del país del Tío Sam.

Sí, perdimos. Pero para los colombianos, saber perder es una habilidad esencial que siempre nos ha preparado para enfrentar la vida con coraje y resiliencia. Los desadaptados nunca lo sabrán, pero la inmensa mayoría sí.