Cali, septiembre 18 de 2024. Actualizado: miércoles, septiembre 18, 2024 00:22

Jaime Alberto Leal Afanador

¡El orgullo de ser provinciano!

Jaime Leal Afanador

La vida me llevó a nacer en Bogotá, la ciudad más grande del país, y el centro de mi actividad profesional como rector de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD, cuya sede nacional está en la capital.

Pero, afortunadamente, mi ejercicio laboral y la presencia de la Universidad en más del 90% de municipios de Colombia, me han permitido recorrer toda esta patria de norte a sur y de oriente a occidente.

Ese convivir, durante más de cuatro décadas, con “provincianos”, compatriotas de los más variados municipios, condiciones sociales, fuentes de trabajo y estilo de vida, me llevan a hablarles del orgullo que siento por conocer sus esencias.

En Colombia, el término “provinciano” tiene una doble connotación. Por un lado, se refiere a quienes no viven en la capital ni en las grandes ciudades, sino en los campos, pueblos y veredas.

Por eso se habla de provincianos y de capitalinos, para distinguirlos. Es un asunto netamente geográfico.

Pero la palabra “provinciano” también se usa con un tono odioso, despectivo y de falsa superioridad, que a manera de burla, pretende ofender a la persona que, supuestamente, no demuestra el conocimiento de algunos temas, las habilidades para moverse en las grandes ciudades y hasta la inocencia e ignorancia en su forma de ver algunos aspectos de la vida.

Si una persona no conoce el protocolo para determinados eventos sociales, si muestra desconocimiento en torno de ciertas artimañas y trucos para sacar provecho de otros, o viste con un ropaje sencillo y ajeno a las -a veces- odiosas modas, descomedidamente se le llama “provinciana”.

Y esto, que en las grandes ciudades se quiere mostrar como de poco interés, no deseable y poco moderno, hace parte del espíritu de nuestra colombianitud, del ser residente de esta polifacética y enorme patria y, sobre todo, demuestra calidez, buenas costumbres, respeto por las tradiciones, vida familiar y propósito de llevar una existencia tranquila, con la reflexión que permite el campo y no la ciudad, y el poder apreciar la belleza del paisaje natural y no ciudades arrumadas por el concreto.

Cuando voy a la provincia (a la tierra de mis ancestros y a acompañar los procesos de mi Universidad) me emociono con la espontaneidad de sus habitantes, con su libertad para decir las cosas sin condicionamiento, con sus destrezas para producir maravillosas manufacturas con sus riquezas locales, con su música autóctona, con sus creencias y costumbres para preservar su cultura, y con su confianza en el compromiso y en la palabra del otro.

Son hábitos y formas de ver la vida calmada, sencillas y con una gran tranquilidad de espíritu que, ojalá, tuviéramos todos quienes habitamos las grandes ciudades. Por ello digo, ¡Qué orgullo el ser provinciano!

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viernes 9 de agosto, 2024
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